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Sobre el gran Vallejito y los mismos poemas de siempre

("¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!")

Como suele ocurrir con las grandes pasiones, no recuerdo el cómo llegué a Vallejo. Imagino que como la mayoría de nosotros: leyendo los clásicos poemas que de él suelen colocar en los libros textos y en infinidad de antologías que pululan desde aquí hasta allá, solo por citar dos ejemplos.

Y es que así comenzó todo, pero los años, el gusto por el arte de los versos, por los versos creando arte, por la poesía, y ahí de todas maneras, porque es más que justo y necesario, llegó el poeta, el poeta con letras mayores, las letras mayores del poeta.

Pero un detalle: decir que me he leído toda la poesía de vallejiana es cierto, pero decir que guardo en la memoria infinidad de textos ya que “es nuestro poeta bandera y es casi una obligación ello por ser docente”, sería una mentira tan grande como la eternidad. Quien lo haya hecho, pues mis respetos y felicitaciones, pero la memoria (la mía especialmente) es un juego en el cual no quisiera apostar. ¿Por qué? Busco una explicación, una justificación necesaria.

Soy lector de versos más que de poemas, porque son ciertos versos oscuros, ciertos versos luminosos, los que más llevo en la memoria.

Leo y releo poemas, pero solo quedo con pequeños fragmentos de aire que me permiten respirar/sentir/estar (“Aire no para respirar, sino para sentir”, parafraseando al gran Gonzalo Rojas en aquella hermosa feria), y eso con Vallejito sucede en demasía, demasiados versos para tan poca memoria.

Por ejemplo, recuerdo siempre este hermoso comienzo: “Subes centelleante de labios y de ojeras!”, perteneciente al poema Amor prohibido, o estos otros: “¡Cuídate de la víctima a pesar suyo, / del verdugo a pesar suyo / y del indiferente a pesar suyo!”, o esta patada en la antítesis: “Hoy me gusta la vida mucho menos, / pero siempre me gusta vivir: ya lo decía”.

César Vallejo. Vallejito

Pero eso es humor, el humor y sarcasmo del que poco se habla de la poesía vallejiana, a pesar de que existen ya algunos estudios sobre este lado peculiar de la orilla.

Porque en el poeta su gracia: recuerden sus fotos posando, siendo la más conocida la del mentón apoyado en su mano y el bastón, o la del brindis, o en la que se ve apoyado en una reja junto a su hermano, y tantas otras donde demuestra su lado correctamente risible, correctamente bufonesco.

Humor y sarcasmo, muchos viajes tiene en ese sentido el poeta, y considero que lo más se halla en Traspié entre dos estrellas, que suena a sátira peculiarmente directa a lo que durante años nos han vendido las creencias religiosas: la eterna buenaventura de los pobres, el eterno consuelo de que si en esta vida te va hasta las patas, tendrás una vida eterna (que no sabemos si realmente existe más allá de la fe, porque nadie ha regresado para confirmarlo) luego de tu muerte en la que serás feliz.

Y cito parte de este poema como una fiesta: “¡Amado sea aquel que tiene chinches, / el que lleva zapato roto bajo la lluvia, / el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas, / el que se coge un dedo en una puerta, / el que no tiene cumpleaños, / el que perdió su sombra en un incendio, / el animal, el que parece un loro, / el que parece un hombre, el pobre rico, / el puro miserable, el pobre pobre!”, aunque el verso que se la lleva toda es este: “amadas las personas que se sientan”. Maestro.

Pero vuelvo a una idea inicial: ¿por qué si la poesía de Vallejo ha tocado casi todos los temas posibles, casi todos, solo nos quedamos con aquella frase que lo encasilla como “el poeta del dolor universal”?

Eso me suena más a frase cliché que debes repetir memorísticamente solo para poder ingresar a la universidad, que como algo lógico que nos hará apreciar la poesía. Es como si le dijéramos a nuestros estudiantes: “La Ilíada consta de 15 893 versos reunidos en 24 cantos o rapsodas”, y ya con eso van a amar esta hermosa epopeya, cuando sabemos que eso jamás se va a comparar con el contarles cómo es que Héctor muere a mandos de un enfurecido Aquiles en un enfrentamiento que dura poco o más que dos lanzadas (sí, la película Troya es una farsa. ¡No la vean!).

¡Jamás se podrán comparar! Y es por ello, imagino, que mucha gente tiene un concepto muy cerrado de la poesía: leyeron dos o tres textos del Neruda de los “Veinte poemas…” y ya creen que toda la poesía es así; o leen los eternos cinco poemas que todo el mundo conoce de Vallejito, y creen que la poesía vallejiana es de por sí triste y melancólica, lo cual es un error.

Y eso es lo malo que le hemos dado a la poesía del maestre: la hemos convertido en solo un esquema, en solo un estereotipo; la hemos vendido como si solo su poética hablara de penas y llantos, de angustias y marchitaciones, cuando hay mucha esperanza en ella, mucha, demasiada energía, vitalidad, cercanía con el prójimo, hermandad y victoria. Y erotismo, mucho también.

Es aquí donde pienso en el Vallejo erótico, el Vallejo del que casi nunca nadie habla, del Vallejo del “estruendomudo”: “Pienso en tu sexo. / Simplificado el corazón, pienso en tu sexo”.

¿Será que como en el orden natural de las cosas absurdas y las mentes cerradas, vende más la idea de lo más miserable, la miserabilidad en sí, que la libertad y los vientos? Puede ser, quién sabe, tal vez. He dejado fluir las palabras. Cierro.

Van a cumplirse ya casi cien años de que el gran poeta César Vallejo dejara el mundo de los vivos para sentarse a la derecha de toda la poesía humanamente concebida, y dibujarse en la eternidad como la sombra que se posa sobre todos los que buscamos en los versos aquella luz que él supo hallar.

Pero su poesía es un vasto mar que aún nos falta navegar, un mar del cual solo conocemos unos cuantos poemas, cuando él escribió más de doscientos. Y si bien este texto no busca ser un estudio pragmáticoestructuralsupralingüísticoquiropráctico, siento que es necesario hacerlo un poco más personal: es un hermoso trabajo para nosotros, queridos lectores, el de leer más y dejar de solo hacer que nuestros estudiantes lean los eternos cinco poemas de siempre: Los heraldos negros, Masa, Los dados eternos, Piedra negra sobre piedra blanca y Los nueve monstruos.

¡Podemos darles más y buena poesía de Vallejo! ¡Podemos! Punto.

Oscar Ramirez
Oscar Ramirez
Oscar Ramirez (Lima, 1984). Docente de Lengua y Literatura y promotor cultural. Viajero incansable, reside por largos periodos en Trujillo. Dirige Ediciones OREM. Ha publicado los poemarios "Arquitectura de un día común" (2009), "Cuarto vecino" (2010), "Ego" (2013) y "Exacta dimensión del olvido" (2019); y el libro de cuentos "Braulio" (2018). Finalista del Premio Copé de Poesía 2021.Contacto: oscarramirez23@gmail.com