Trujillo ha crecido y el arte se ha enriquecido. Hoy, hay más artistas de todas las expresiones: música, fotografía, cine, danza, etc.
El aporte es variado y rico, quizás por el crecimiento demográfico, la migración, el acceso a información global, entre otras razones. A pesar de ello, hay que notar que Trujillo nunca fue —ni es hoy— la Ciudad de la Cultura.
Hay que notar, por el contrario, que siempre ha sido la Ciudad de los Artistas, lo que es muy diferente.
Un verdadero «ecosistema cultural» debería contar con —además de artistas— centros culturales de las universidades; museos administrados por museólogos; deberíamos tener una universidad formando investigadores e historiadores del arte, profesionales que publiquen en editoras de los mismos centros académicos; galerías con visión cultural y plan de trabajo, y administradas por gestores culturales profesionales.

Nada de ello existe, en Trujillo, solo los artistas, haciendo cada día, muchos de ellos, más y mejor arte.
Hasta los bancos cerraron sus galerías revelando que hoy ya no tienen los líderes cultos que alguna vez tuvieron.
La escuela de Bellas Artes —caso que conozco personalmente— no tiene ni una sola publicación académica en sus sesenta años de existencia, y hoy no dicta todas las carreras tradicionales de arte, lo que es un retroceso; ni tiene equipamiento completo… ¡y solicita rango universitario!. De lejos no lo justifica.
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Trujillo es una ciudad de artistas de gran calidad, y todo el norte en realidad lo es. Pareciera que misteriosamente pervive la fuente ancestral del don para crear belleza que claramente bendecía a los Moche.
Parte de esa bendición debe llegar hasta hoy…. región bendecida para el arte, a pesar de la medianía de quienes tienen cargos públicos y privados, y las decisiones en sus manos.