Escribe Luis Quispe Palomino*
Estoy seguro de que todos incurrimos en algún tipo de vicio de lenguaje al momento de comunicarnos, ya sea de manera oral o escrita. Por supuesto, la diferencia estriba en que unos reparan en el error y otros no.
Si no me creen, comprobémoslo. ¿Quién no ha dicho “tengo hambre” en vez de “siento hambre”? Pues les recuerdo que, al ser una sensación, el hambre no se tiene, sino se siente (el mismo criterio se aplica para “hace calor”). Insisto: vicios como este abundan en nuestro día a día.
Precisamente, el solecismo es el error que se comete en la sintaxis de un enunciado, es decir, se altera la función de las palabras en la estructura de la oración. Dicho de otra manera, el hablante o emisor desconoce las funciones que cumplen las categorías gramaticales (el artículo es modificador directo), se despreocupa por la concordancia (la personas) e ignora la correcta escritura de palabras (satisfací).
El origen de su nombre proviene del latín “soloecismos”, formado a partir del griego “soloikismós” (“quien no entiende las reglas del idioma”), que a su vez se deriva de la palabra “soloikos”.
La presencia de metecos en Solos (Cilicia), quienes eran extranjeros sin derecho a la ciudadanía, había corrompido el griego que se hablaba en esta colonia ateniense. Como verán, de los habitantes de Solos se tomó el nombre de solecismo.
Existe una variedad de tipos por lo que cada autor lo agrupa de distinta manera, entre ellos, tenemos a los más conocidos: solecismos primarios y solecismos secundarios. En el primero se encuentra el leísmo, laísmo y loísmo; en cambio, en el segundo ubicamos el queísmo y dequeísmo.
Ambos tratan sobre el mal empleo de los pronombres “le”, “la”, “lo” y de la forma “de que”. Sin embargo, hay uno que avanza a pasos agigantados por las sombras de la corrección. Su nombre es quesuismo.
El quesuismo consiste en reemplazar el relativo “cuyo” por la forma “que su”, “que a su” y “que el”. Por ejemplo, decir “El estudiante que su rendimiento es bajo debe esforzarse” en lugar de “El estudiante cuyo rendimiento es bajo debe esforzarse”. O “María es la señora que el marido le pegaba” por “María es la señora cuyo marido le pegaba”.
Al respecto, el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) sostiene que es el uso incorrecto del relativo “que” ante el posesivo “su”.
En mi opinión, este fenómeno no siempre sucede ante un posesivo, sino también ante un artículo; así que una definición más concreta podría ser “Mal empleo del relativo “que” toda vez que se suprima “cuyo” en su lugar”.
No obstante, como en varios casos, el quesuismo tiene dos excepciones a la regla. Si la forma “que su” aparece al lado de un verbo cuyo consecuente se puede reemplazar por “eso”, “esto” o “aquello”, no se habrá incurrido en este vicio: “Le informamos que su línea se encuentra suspendida”.
También se encuentras exentos los conectores que lleven en su estructura el relativo “que”: “No irá al paseo, ya que su mamá la castigó”. En ambos casos no cabe la posibilidad de escribir “cuyo”.
En líneas anteriores, afirmé que el quesuismo es un tipo de solecismo que está avanzando a pasos agigantados por las sombras de la corrección. Principalmente, esto se debe a que el quesuismo es un fenómeno lingüístico que sucede en el lenguaje informal hablado, por lo cual pasa desapercibido.
Cada quien tiene derecho de hablar como quiere porque en el plano oral se presentan otros factores que no son ortográficos: la procedencia geográfica del hablante, la velocidad con que se dice el mensaje, el nivel del habla, entre otros. De esta manera, el quesuismo se oculta ante la mirada atenta del corrector.
Cabe precisar que, como el relativo “cuyo” no es un término frecuentemente usado en el lenguaje estándar, se recomienda reemplazarlo por el verbo “tener”.
Así obtendríamos “El estudiante que tiene un rendimiento bajo debe esforzarse” y “María tiene un marido maltratador”. Solo así combatiríamos a este sigiloso fenómeno.
Luis Quispe Palomino (Barrios Altos, 1999). Estudia la carrera de Derecho en la Universidad Privada Antenor Orrego. Ha publicado artículos de opinión y divulgación en las revistas Los Contemporáneos (México) y Taquicardia (Trujillo). En 2020 inauguró el proyecto Disicultura, el cual se ha convertido en la primera editorial de textos de no-ficción, de forma autogestionada, de La Libertad. Actualmente, se desempeña como docente de Lenguaje y corrector de estilo. Reside en Laredo.