Miguel Ángel tiene cuatro años. Ríe delante de una cámara. Es seguro que no sepa a plenitud la historia que ha protagonizado. A su corta edad, sobrevive y, por lo tanto, es un ejemplo de vida, de lucha y de amor. En medio de tanta tragedia que se ha desatado en el Perú por las lluvias, este niño de Lima testifica que los milagros existen.
El 14 de marzo, un ruido ensordecedor traspasó su casa en la Asociación Residencial Río Seco, en Cieneguilla, Lima. Los vecinos pensaron que era un terremoto, sin embargo lo que se avecinaba era igual de peligroso, pero tiene otro nombre: huaico.
La avenida de aguas, barro y piedras arrasaba con todo a su paso. Inundada y destruía viviendas. El reloj marcaba cuatro y cuarenta y cinco de la tarde.
Miguel Ángel estaba en casa, de material prefabricado, con su madre Katherine Marchena Bello (22 años) y su hermana Kalessy de uno año y medio. Papá estaba trabajando.

El huaico los sorprendió. Todo fue tan rápido. Una de las paredes de ladrillo y concreto de una vivienda contigua les cayó encima. “El agua entró al lote donde estábamos y nos arrastró tres calles más abajo. Nos golpeó y nos revolcó tanto que mi hijo se soltó de mi mano, no lo pude agarrar más y me quedé con mi pequeña en el agua”, detalla Katherine Marchena a la agencia Andina.
Luego de unos minutos, notó que su padre y hermano llegaron para ayudarla a cargar a su bebita y regresar su vivienda a fin de buscar a Miguel Ángel.
Sobrevive: media hora después
La casa fue destruida y su hijo no aparecía por ningún lado. Entonces, unos vecinos le dijeron que había quedado atrapado bajo una columna de concreto.
“Cuando le retiraron la pared, mi hijo no se movía para nada. Pensé que estaba muerto. Solo después de que lo estuvieron reanimando, y no daba señales de vida, ya empezó a respirar “, recuerda.
Todos en el barrio creen que lo ocurrido con el pequeño Miguel Ángel es un verdadero milagro, porque el niño fue encontrado media horas después de la llegada del huaico.
“Él (Miguel Ángel) es un niño autista y siempre me lo han discriminado, me sentí destrozada. Pero cuando lo encontré sentí un alivio”, evoca la madre.
Miguel Ángel ríe y juega delante de las cámaras. Salvo por el rojo intenso de sus ojos, a él no le ha pasado nada; pero sí le ha ocurrido algo maravilloso: su vida es ejemplo. Y sobrevive para testificarlo.