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Sobre un poco de música, música por encima de todo

Recuerdo que hace algunos años, cuando tenía la librería de la editorial (la cual deseo volver a tener, muy pronto volver), muchos amigos y amigas iban a visitarme casi a diario, muchos a llevarse algún libro, otros a conversar sobre los trabajos y los días, los desiertos y las noches, y otros simplemente como una parada, un punto medio en el camino para salir a otro lado.

Quienes visitaran el lugar que con cariños abrimos en aquellos días, sabrán que podía en casa faltar todo menos música: mi casa, mis días, mi vida, no está completa sin que la música abrigue mis espacios, mis oídos, deleite mis pasos, mis brazos, mis ecos.

Siempre he considerado que el arte es una de las fuentes que me da motivo para creer en la libertad, en el escaparse necesario de lo cotidiano y sumergirse en ese cúmulo de acciones que muchas veces, y no debería ser así, solo un grupo aprecia y comparte; en esta observación, considero que la música es una de las más fundamentales formas de ello, de libertad, de no conocer distinción ni límites, porque todos somos un producto musical, sea cual fuere nuestro universo, en ese siempre habrá música. Pero vuelvo.

Recuerdo que, por aquellos días, me visitó un amigo hincha del rock y sus variantes, pero no de otros géneros musicales, y con quien siempre he tenido buenas charlas referidas al new metal, thrash, heavy, ect. Me encontró escuchando un tema de Jesús Adrián Romero, y es ahí donde surge el diálogo: “Oe, qué, ¿ya te has vuelto evangelista?”, me pregunta casi con ironía, casi con sarcasmo, a lo que le respondo que no, que estaba escuchando sus canciones porque hacía poco me había dado un tiempo para internarme en este género y que me resultaron agradables algunos de sus temas.

“Pero eso solo lo escuchan los religiosos, los que van a misa, no los escritores ni los poetas malditos como nosotros”. Me reí. Le pregunté en qué basaba ese comentario, esa caracterización que brindaba del conjunto de personas que nos atrevemos a hacer arte en una sociedad que muy poco nos aprecia (y menos con ese comentario), y su respuesta fue poco menos que lógica: “Pues todos los escritores son ateos y la música religiosa no va con ellos”. Volví a reír: el típico y absurdo esteriotipo que existe desde siempre y que, bueno, con muchos de los poseros y payasos que pululan los diversos espacios culturales, toma un poco más de fuerza, pero poco de certeza. Y antes de hablar de ellos (que imagino será en otro artículo), relaciono esto con una anécdota escolar.

En clases, suelo colocar música variada a mis estudiantes cuando estamos haciendo algunos trabajos grupales o individuales. A veces les pido sugerencias y en otras los invito a descubrir algún cantante o grupo que imagino desconocen. Así pasamos de la ópera al jazz, de la bossa nova a la guitarra del gran Raúl García Zárate, de Michel Camilo a openings de anime en formato instrumental, etc.; variedad, nos dejamos llevar por la variedad. Y recuerdo muy claro que cierta vez que puse una canción del grupo Hillsong, llamada Desde mi interior, una alumna me miró y comentó en voz alta: “Esa música escucha mi mamá”, y sonreí. Les pregunté a todos qué opinaban de la música cristiana (por darle una categoría) y hubo comentarios que la clasificaban como bonita, agradable, muy tranqui, así como también los que mencionaba que “esa música solo la escuchan los religiosos”.

Se me ocurrió preguntarles si alguna vez habían escuchado baladas cantadas por bandas de metal y me dijeron que no, que el metal siempre es pesado, fuerte, agresivo, y fue el momento preciso para compartir uno de los temas que más me gustan de Slipknot: Vermilion Pt. 2. Primero pregunté si conocían a la banda y dijeron que sí, que tal tema es bravazo, tal tema es brutal, pero cuando escucharon la canción, se dejaron llevar por la magia de la música. “¿Ya ven?” Recuerdo que para terminar la clase les pedí que les hicieran escuchar a sus padres este tema, pero sin mostrarles el vídeo y que me comentaran los resultados. Lo dejo ahí nomás. Vuelvo a la música.

Cuando era joven, un poco más joven y con diez kilos menos, no era muy dado a escuchar variados géneros musicales, solo me encerraba en el rock, el new metal, y poco o nada sabía de los demás, llegando incluso a menospreciar a las personas que no compartieran mis preferencias. Pero el tiempo y la buena fortuna, los encontrones con la realidad y los golpes de nariz frente al mundo que explota más allá de nuestras burbujas, me brindaron la templanza suficiente para que, cuando llegó a mí todo el bagaje musical que ahora logro admirar, supiera aceptar aquella magia que a mis manos su presencia tocara. Descubrí la salsa, el merengue, el jazz, la bossa nova, la rica cumbia, el huayno, lo tradicional, lo nuevo, lo experimental, lo clásico, todo, y cuando tuve la oportunidad de entrar en el mundo de la música con temática cristiana, pues todo fue más sencillo de lo esperado, a pesar de las mismas trabas que uno se suele poner por diversas convicciones que se tiene; una de ellas, la religión, aquella religión que no profeso. Y bueno, descubrir grupos como Hillsong, Skillet, Rojo, etc., voces como las de Jesús Adrián Romero, Luis Enrique Ascoy, Marcela Gandara, entre otros, fue una experiencia más que enriquecedora y al mismo tiempo no fue algo del otro mundo, no fue cosa solo de evangélicos o cristianos, porque no: la música es para todos, para todas, es una de las fuentes esenciales del corazón, de la creación, de la mente, del espíritu, y un adjetivo no va a delimitar esta experiencia humana que es nuestra sensibilidad, no, porque parámetros o fronteras solo para los países, para las religiones, nunca para el arte, nunca. Punto.

Oscar Ramirez
Oscar Ramirez
Oscar Ramirez (Lima, 1984). Docente de Lengua y Literatura y promotor cultural. Viajero incansable, reside por largos periodos en Trujillo. Dirige Ediciones OREM. Ha publicado los poemarios "Arquitectura de un día común" (2009), "Cuarto vecino" (2010), "Ego" (2013) y "Exacta dimensión del olvido" (2019); y el libro de cuentos "Braulio" (2018). Finalista del Premio Copé de Poesía 2021.Contacto: oscarramirez23@gmail.com