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“Trabajas solo por la tarde, ¿di?” y la obsesión solotildista

Escribe Luis Quispe Palomino*

Desde que llegué a Trujillo, me percaté de un fenómeno lingüístico que solamente ocurría por estos lares (como suele pasar con los dialectos). Al limeñito le llamó la atención que los trujillanos coloquen un “di” al final de cada frase u oración: “Vas al mercado, ¿di?”. 

Este hecho se posesionó de mi curiosidad cuando descubrí que el llamado, por la RAE, “apéndice confirmativo” no era el mismo del verbo dar: “En el trabajo di lo mejor que tenía”. Lo cual me llevó a concluir que, al menos, en Trujillo se hablaban dos tipos de “di” con variaciones sintácticas sumamente diferentes. 

La premisa anterior es importante para entender por qué hay un grupo de rebeldes, llamados “solotildistas”, que se aferran a la idea o, mejor dicho, costumbre de tildar el adverbio solo, sin fundamentación alguna, más que por una añoranza por el pasado. Digo esto porque argumentos irrebatibles son los que ofreceré en los siguientes párrafos, los cuales he llamado la razón diacrítica, la razón pragmática y la razón sinrazón. 

La razón diacrítica. Para empezar, el adverbio solo es una palabra llana terminada en vocal que, según las normas de tildación general, no debería llevar tilde. No obstante, frente a este caso, aparece la tilde diacrítica que es una norma de tildación especial. Esta norma nos dice que, cuando una palabra es homógrafa (igual escritura) y tiene significados diferentes, debe colocarse una tilde para diferenciar una de la otra. Por ejemplo: “A  (pronombre) me gusta mi (adjetivo) novia”. En este caso, nos hemos valido de la tilde para diferenciar dos categorías gramaticales.

Pero eso no es todo. No solo se debe colocar tilde a las palabras por el simple hecho de ser homógrafas, caso contrario, hubiésemos tildado el “di” del apéndice confirmativo o del verbo dar, sino también el par de palabras homógrafas que una sea tónica y la otra átona. Es decir, si leemos “A mí me gusta mi novia”, nos daremos cuenta de que el pronombre tiene una mayor fuerza de voz que el adjetivo. 

Situación que no ocurre en solo porque, aunque tildemos o no el adverbio, seguirá sonando tónicamente igual que el adjetivo. En el ejemplo “Solo espero que llegues solo”, la mayor fuerza de voz está en la primera o de cada solo.

La razón pragmática. Los solotildistas tienen un argumento a su favor, aparentemente, válido que reza así: “Si no le colocas la tilde, no sabremos qué se quiere decir”. Como si esto no bastara, su argumento se refuerza con la oración “Trabajo solo por la tarde”. Creo oír sus preguntas: “¿Qué quiso decir? ¿Que trabaja solamente por la tarde? ¿O que trabaja sin compañía por la tarde?”. Más y más excusas. Lo cierto es que tanto en la comunicación oral como escrita jamás encontraremos un discurso aislado de su contexto. Si yo extraigo una porción de la realidad y digo “Rubén, mueve la cola”, ¿qué estoy tratando de decir? 

La pragmática nos ayuda a adecuar el discurso al contexto evitando las supuestas anfibologías que el emisor o receptor podrían generar. En el ejemplo anterior, una respuesta es que “Cola es el pegamento porque las personas tienen traseros, no colas”; sin embargo, sabemos que, en el lenguaje coloquial y vulgar, trasero es cola, queque, chancho y hasta culantro. 

También otro caso es “El expreso (exconvicto) se tomó un expreso (café) en el expreso (tren)”. Como aquí la solución no es colocar una o dos tildes, porque sería absurdo, se puede reemplazar expreso por sus sinónimos, pero recordemos que el lenguaje oral es una actividad espontánea; así que la única recomendación viable sigue siendo no descontextualizar el discurso. 

La razón sinrazón. A este apartado lo he llamado “sinrazón” ya que presupone colocar tildes para solucionar problemas de anfibología. Sucede que una tilde, que es una marca gráfica en el plano escrito, no repercute en el plano hablado; por eso, tildar solo resulta una necedad porque con tilde o sin ella es una voz tónica. 

¿Podría agregar una tilde en la oración “Di lo que tengas” para diferenciar el verbo dar del verbo decir? Ambos son monosílabos, ambos son palabras homógrafas, ambos tienen significados diferentes y ambos son voces tónicas. 

Ahora bien, la figura del hiperbatón, que consiste en alterar el orden de las palabras de una oración, no solo se utiliza en la literatura, sino también en la comunicación oral; por tanto, es tan válido decir “Di un regalo” como “Un regalo, di” o “Di que lo sientes” como “Que lo sientes, di”. 

Por otro lado, si bien los signos de interrogación del apéndice confirmativo “di” quedan marcados en el texto, no quedan de igual forma marcados en la oralidad por la misma velocidad con que se dice un mensaje. Recordemos que, cuando hablamos, lo hacemos sin comas ni puntos. Entonces, en vez de decir “Lo sientes, ¿di?”, se podría decir “Lo sientes, di” (el mismo razonamiento aplica para el verbo dar).

Para finalizar, considero que es un gran mérito de Trujillo que tres formas de “di” pertenezcan a su compendio lexical y que ninguna de ellas se tilde. 


*Luis Quispe Palomino (Barrios Altos, 1999). Estudia la carrera de Derecho en la Universidad Privada Antenor Orrego. Ha publicado artículos de opinión y divulgación en las revistas Los Contemporáneos (México) y Taquicardia (Trujillo). En 2020 inauguró el proyecto Disicultura, el cual se ha convertido en la primera editorial de textos de no-ficción, de forma autogestionada, de La Libertad. Actualmente, se desempeña como docente de Lenguaje y corrector de estilo. Reside en Laredo.