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Rafo Quino: la picardía y la pasión por el periodismo ahora vuelan alto

Uno de los periodistas más apasionados de Trujillo falleció la tarde del miércoles. Este es un homenaje a su trayectoria y ejemplo.

A Manuel Rafael Quino Zevallos, uno de los periodistas deportivos más apasionados de La Libertad, se le apagó la voz el miércoles 2 de octubre de 2022 a sus 72 años, aproximadamente a las 5:50 p.m. Sus hijos y demás familiares se pronunciaron a través de redes sociales e invitaros a sus amistades para el sepelio.
“La familia Quino Agurto cumple con el penoso deber de comunicar el fallecimiento de Manuel Rafael Quino Agurto. Confiamos que está gozando en el cielo. Sus restos serán velados en el velatorio de Parque eterno, en Av. Valderrama 486 Las quintanas, de 9:00 a.m. a 10:00 p.m. La familia expresa su profundo agradecimiento a quienes nos acompañen y a quienes eleven una oración por él”, se lee en el comunicado.

En el 2018, en el libro Tercera persona, el periodista César Clavijo publicó un perfil de Quino que aquí reproducimos como homenaje a la persona y figura de este comunicador a carta cabal.

Periodismo con sabor

Rafo junto al técnico Calín Delgado. (Foto: archivo personal).
Rafo junto al técnico Calín Delgado. (Foto: archivo personal).

El programa deportivo de Rafo Quino no empieza con deportes, sino con salsa. Y de la buena. “¡Héctor Lavoe vive!”, exclama con voz de animador de orquesta cuando escucha Cazanguero. “Es el lamento del cazanguero que hoy va de madrugada”, canta Lavoe , y Rafo —zapatillas negras, jean azul y chompa de lana— baila sentado: mueve los brazos y aprieta los labios para no seguir cantando. Segundos después, habla del artista puertorriqueño y del elepé El bueno, el malo y el feo, del que forma parte el tema con el que hoy empezó su programa Exitosa Deportes. 

Una vez, Emilio Lafferranderie, el Veco —el periodista uruguayo que impartió cátedra en el Perú—, le dijo que siempre debería marcar la diferencia. Entonces, Rafo escogió la salsa, su otra pasión, para marcar distancia de los otros programas y periodistas. El otro consejo que recuerda lo escuchó de Philip Butters: “Si no estás informado, no vayas al programa”. Rafo carga un cuaderno de pasta dura, en el cual tiene anotadas todas las estadísticas del fútbol internacional, nacional, regional y local. En las últimas hojas, se lee los resultados y las tablas de posiciones de la Copa Perú, pero de Ayacucho; también unas frases que le sirven como guion para su programa. El público se entera, entonces, de que los jugadores del Defensor Bolívar de Tumbes fingieron lesiones para que el árbitro termine el partido, y que en África, un jugador se mató cuando celebraba un gol. 

Después de cantar con Lavoe, Rafo habló del Carlos A. Mannucci, de su empate frente al Unión Huaral y del principal enemigo de ese equipo: su presidente, Joaquín Ramírez. La gente llama a la cabina y participa. “Un abrazo de gol”, los saluda Rafo con afecto; pero sus oyentes se desbaratan en críticas contra el cajamarquino Ramírez. El colega Pocho Balarezo Arzani también lo llama y ofrece información de último momento sobre el cuadro carlista. 

Hoy es el Día del Periodista Deportivo y ambos intercambian halagos. “Un abrazo de gol, Pocho”, repite Rafo, quien escuchó esa expresión en boca de un periodista argentino y la calcó por dos motivos: a. “Hay que imitar lo bueno” y b. “En el fútbol, el abrazo de gol es lo más bonito que hay”. 

Lo bueno, lo malo y lo feo 
Gol de tiro libre de Unión Huaral. Desde el techo del Estadio Mansiche, Rafo Quino, como si fuera un doctor, diagnostica: “Mannucci sufre de ‘pompodependencia’”. Corren los minutos y no pasa nada, salvo que los carlistas empatan a duras penas, se alejan del líder y evidencian que son un equipo voluntarioso hasta cuando les da el físico. Los jugadores caminan a los camerinos y no hay pifias, sino compasión. Rafo —zapatillas negras, jean azul, polo con cuello y rosario de plástico— los mira, sin decir palabra. Se da la vuelta y empieza a bajar de lo maás alto del estadio. 

Rafo carga un cuaderno de pasta dura, en el cual tiene anotadas todas las estadísticas del fútbol internacional, nacional, regional y local. En las últimas hojas, se lee los resultados y las tablas de posiciones de la Copa Perú, pero de Ayacucho; también unas frases que le sirven como guion para su programa.

El mejor partido que narró se disputó en este mismo escenario. Fue en el 2008, cuando el Pompo Cordero, jugando para Vallejo, le anotó un gol olímpico a Alianza Lima. La situación más peligrosa la padeció, el año pasado, en Tarapoto, cuando casi lo linchan en un encuentro de Mannucci por la Copa Perú, uno de los torneos más largos y peligrosos del planeta fútbol. El desprecio más grande se lo asestó Manuel Marengo, entonces jugador de Alianza Atlético; pero no quiere ahondar en ese recuerdo; prefiere contar que, alguna vez, vio celebrar a un árbitro un gol en pleno partido. 

Rafo dice que un periodista puede ser amigo de los dirigentes, pero más amigo debe ser de la verdad. Reconoce que, en esta viña del Señor, hay de todo: coleguitas buenos y coleguitas malos. Con los malos no solo no se junta, sino que les refriega en su cara el virus con el que infectan la profesión. “Es que no soy hipócrita, pues”, dice enojado y hace una mueca con su bigote blanco. Como al salsero, la crítica lo mantiene, pero no el puñal traicionero, aquel que llega por detrás. 

Maestra vida 
Un grupo de periodistas deportivos juegan en el Mansiche. Es su día. Una terna arbitral, correctamente vestida, le inyecta importancia al partido. Rafo Quino está sentado en la banca de suplentes. Ya pasó su época de futbolista. En su natal Talara aún le dicen Cubillas. Jugaba de delantero con la diez, en tiempos en los que se alineaba a cinco atacantes y el Nene Cubillas era ídolo de multitudes. “En el fútbol he sido de todo, menos masajista”, confiesa. Además de vestirse de corto, fue entrenador y dirigente-fundador de equipos. “Hasta entrenador de vóley puedo ser, pero no masajista”, repite. 

Rafo nació un 24 de octubre, en Talara, y acaba de cumplir sesenta y cuatro. Tiene tres hijos. Es tanta su afición por la salsa que su última descendiente se llama Celia Arabella; Celia, en honor a Celia Cruz, y Arabella, en homenaje a la salsera venezolana, considerada como la sucesora de la intérprete de “La vida es un carnaval”. 

Era un empleado de Petroperú cuando, gracias a los más de mil quinientos elepés y casetes de salsa que conformaban su colección, lo invitaron a conducir un programa dedicado a este género. En 1992 renunció a la petrolera y como “me contaron pajaritos de Trujillo” se vino con toda la familia a esta tierra. Le fue pésimo en el negocio que emprendió y pegoó la vuelta a Talara, en donde fundó el emblemático programa Afición. En el 2003 regresa a Trujillo y trabaja con don Pedro Villanueva y el gran Chiqui Ventura, en radio La Grande. El resto es historia conocida. 

Rafo aprendió a ser periodista imitando a Óscar Artacho de Radio Unión. “Me sentaba en el piso para escuchar cómo narraba los partidos”, evoca. Está en el bando de los empíricos, aquellos que se han forjado en la calle y frente al micrófono. No le avergüenza ni le atemoriza para nada esa condición. Sabe que ahora el mercado laboral está lleno de jóvenes egresados de las universidades; muchos de ellos están jugando esta tarde, frente a él, en el campo del Mansiche. “Lo único que les diría es que se preocupen por salir a la cancha. Muchos piensan que hacer periodismo es ingresar a la internet y subir notas”, lamenta.

El colombiano Álvaro Sierra pondera que el periodismo se construyó a partir de un señor que podía ir y mirar y venir a decir: “Yo estuve allá y yo vi esto y hablé con este y me dijo tal…Y ahora todo se hace por teléfono o por internet”. Rafo hace bien su tarea. Está en cuanto evento deportivo puede, en cuanto entrenamiento le permitan, en cuanta entrevista le ofrezcan. “Si no estás informado no vayas al programa”. 

César Clavijo Arraiza
César Clavijo Arraiza
Nació en un desierto frente al mar, donde solo crecen árboles de algarrobos. Dice que le gustan todas las frutas, pero en los últimos meses se ha decantado por el pepino, de origen andino; pero con una mala fama: se cree que si se consume después de beber licor puede causar la muerte. Periodista, escritor, docente, padre y esposo. Es torpe con la pelota, pero ama jugar fútbol. En el 2018 publicó "Tercera persona" y ahora está a punto de terminar un doctorado en comunicaciones.