InicioFruta selectaArticulistas¡Esa palabra no existe!

¡Esa palabra no existe!

Fue durante una noche de risotadas cuando Nayar detuvo el regocijo de su rostro y, de pronto, exclamó: “¡Eres bien bocariento!”. La burla continuó porque yo nunca había escuchado tal expresión.

“Esa palabra no existe, viejo”, le confesé con gran firmeza (primer error). Enseguida, Nayar me comentó que dicho término, que lo aprendió en su familia, significaba algo así como “falta de respeto”.

No me quedó de otra que consultar el Diccionario de la lengua española (DRAE) para reafirmar mi postura (segundo error). Y, en efecto, no existía.

Tuvieron que pasar largas semanas desde aquella vez para entrar en reflexión a partir de la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que esa palabra no exista si yo la he escuchado?

La respuesta inmediata presupone que ningún diccionario recoge todo el repertorio lexicográfico habido y por haber; por ende, hay expresiones que quedan fuera del corpus académico.

Sin embargo, mi reflexión se inclinaba por el poder que tienen los hispanohablantes para dictaminar cuáles palabras existen y a cuáles se les debería de negar el uso.

Comentemos el primer error. ¿Qué connotación adquiere la existencia en materia de lengua? Lo que equivale a decir ¿qué significa “existir”?

El planteamiento es una grandiosa pregunta. Un término no existe por el mero hecho de ser reconocido por la Academia e incorporado en el Diccionario.

Pensar de esa manera sería caer en la falacia de autoridad, la cual asume como verdad, sin argumento alguno, los enunciados provenientes de especialistas de diversos campos de trabajo.

De ser esto así, palabras como las jergas (“vamos por unas helenas”) o las apócopes no propias de la lengua culta (“profe”), que no se recogen en el DRAE, no existieran ni en la escritura ni en el habla ni en el pensamiento. Absurdo, ¿no?

Palabra bocariento

Por el contrario, una palabra existe debido a que un grupo social o una comunidad lingüística la emplea como medio de comunicación (signo). Repito. Una determinada comunidad lingüística, no todas las comunidades del mundo; si no, los hispanohablantes estaríamos en la obligación de conocer y usar todos los dialectos, todos los regionalismos, todas las jergas, etc.

Lo cual resulta imposible porque el hablante del español de España no tiene por qué conocer y mucho menos usar los americanismos del español de América.

Habiendo dicho esto, expliquemos el segundo error. ¿Por qué es un despropósito acudir al Diccionario para verificar la existencia de una expresión? Llegado a este punto, es preciso advertir que el DRAE es un diccionario normativo, esto es, dicho trabajo contiene los puntos de vista de sus autores que, a la vez, se rigen por los valores de corrección e incorrección.

Un diccionario normativo tiene como objetivo prescribir los términos que sus autores han considerado correctos.

Situación que no ocurre con los diccionarios descriptivos, los cuales recogen los términos tal cual se usan sin entrar en valoraciones de corrección e incorrección.

Este tipo de diccionario cumple una importante labor al registrar palabras para una futura normatividad.

Si bien es cierto que “bocariento” no existe en el diccionario normativo, sí existe en la “Guía de inducción lingüística para profesionales avecindados en el Archipiélago de Chiloé” (2016) de la Universidad Austral de Chile, donde figura que: “Bocariento significa que lo que la persona dice es impertinente y falta el respeto de las personas con sus opiniones”.

A todo esto, luego de adquirir el conocimiento suficiente, ahora puedo concluir dos sinceras afirmaciones: que “bocariento” no es un vulgarismo y que mi humor, a veces, sobrepasa los límites.

Luis Quispe Palomino
Luis Quispe Palomino
Luis Quispe Palomino (Barrios Altos, 1999). Estudia la carrera de Derecho en la Universidad Privada Antenor Orrego. Ha publicado artículos de opinión y divulgación en las revistas Los Contemporáneos (México) y Taquicardia (Trujillo). En 2020 inauguró el proyecto Disicultura, el cual se ha convertido en la primera editorial de textos de no-ficción, de forma autogestionada, de La Libertad. Actualmente, se desempeña como docente de Lenguaje y corrector de estilo. Reside en Laredo.