Escribe Ryan Oliva Carranza
Desechos que se acumulan a montones, bolsas llenas de desperdicios y el abrumador olor a pescado que se mezcla con el de la fruta fermentada bajo el sol. Este es el panorama que golpea todos los días a los vecinos y visitantes, cuando caminan cerca del mercado de Monserrate, en la urbanización del mismo nombre.
A unos metros, funciona la sanidad de la Policía Nacional del Perú, un establecimiento dedicado a brindar servicios de salud para los efectivos del orden y para los ciudadanos vinculados con investigaciones.
Desorden y contaminación no son buenos en ningún lugar, pero son más perversos cerca de centros médicos.
Génesis de un centro de abastos
El escenario se empieza a gestar desde las primeras horas de la mañana y acompaña a las amas de casa cuando se dirigen a realizar sus compras del día y, además, a los transeúntes que circulan por las cercanías. Declarado foco infeccioso de alto riesgo durante la pandemia de la covid-19, el mercado de Monserrate continúa siendo un peligro de salud pública y, además, evidencia otro tipo de contaminación: la indiferencia de las autoridades.
A unos metros, funciona la sanidad de la Policía Nacional del Perú, un establecimiento dedicado a brindar servicios de salud para los efectivos del orden y para los ciudadanos vinculados con investigaciones. Desorden y contaminación no son buenos en ningún lugar, pero son más perversos cerca de centros médicos.
La urbanización Monserrate ocupa un área de más 238 374 mil metros cuadrados, y abarca 641 lotes de vivienda. Viven, según estimaciones hasta el 2019, unas 17 800 personas. Ocho lotes fueron destinados para el uso de áreas verdes; tres para educación y uno, para salud.
Existe un mercado formal, el cual funciona en un establecimiento de techo y paredes. El problema lo configura el comercio callejero que ha florecido en aceras, calzadas y parque aledaño al centro de abastos. Los puestos de venta de frutas, verduras, carnes y demás productos se reparten a lo largo y ancho del primer tramo del pasaje Portugal. Se extiende hasta llenar uno de los costados del parque San Agustín, y los ambulantes ocupan el espacio por varios metros más.
Los vecinos responsabilizan de la situación al comercio ambulatorio, indican que el desorden es ocasionado por los vendedores que llegan a ofrecer sus productos desde otras partes de Trujillo, como Florencia de Mora o La Hermelinda. “Yo respeto que tenga que haber trabajo para todos, son libres de hacerlo; pero el desorden que genera. Mira cómo está todo esto. Horrible se ve”, valora la vecina Norma Gutiérrez, una mujer de la tercera edad.
En Trujillo, la producción de basura en mercados de abasto es de unos 25 684.12 kilogramos al día, según el Sistema Local de Información Ambiental (SIAL).
Mercado de Monserrate en el olvido
Sobre la participación de la Municipalidad Provincial de Trujillo en la solución del problema, se manejan diferentes versiones entre los vecinos. “Nosotros hemos presentado varios reclamos para que saquen a las personas que venden aquí afuera, pero nadie nos hace caso”, lamenta Zoila Rodríguez, quien vive en la urbanización desde hace unos 20 años.
Por otra parte, hay quienes dicen que la municipalidad sí ha intervenido, y que son los ambulantes los que siguen causando el desorden y contribuyendo al desborde y a la acumulación de basura que se evidencia en la esquina entre el pasaje Portugal y Santa Teresa de Jesús. “Hace un tiempo que las autoridades vienen poniendo restricciones, creo que, incluso, han hecho un esfuerzo por reubicarlos, pero siguen viniendo más”, dice Norma Gutiérrez quien, a sus 85 años, asiste sola a comprar sus verduras para la semana.
Los otros perjudicados
El desagradable paisaje que se forma en medio de la pista no solo afecta a las personas que van a comprar; sino, también, a los negocios formales, que, ocultados detrás del gran número de ambulantes, aún consiguen hacerse con cierta clientela, pero su volumen de venta ha menguado.
“Perjudica, por los moscos y los desperdicios que se acumulan, a veces hay personas que dejan de venir”, lamenta Elena Quispe, trabajadora en uno de los negocios formales. “Se tiene que subir un poquito el precio a comparación de los que venden afuera, aquí pagamos personal y el local, si fuera al contrario no se podría”, añade.
Sin duda, el contaminado mercado de Monserrate es una de las tareas pendientes a la que se enfrenta el gobierno entrante, que dirigirá Arturo Fernández Bazán. La informalidad opaca el panorama urbano de la zona e impide el correcto desempeño de la actividad minorista que mueve miles de soles a la par de montículos de basura en la urbanización. Los vecinos mantienen la fe de que, de una vez por todas, sus reclamos sean escuchados.