Escribe Luis Quispe Palomino
El presente texto es una riña personal, casi un duelo, que llevo contra mi carrera o, mejor dicho, contra quienes la ejercen en el ancho y largo de sus dimensiones; pues no es una novedad que los textos jurídicos (demanda, contrato, jurisprudencia) y administrativos (solicitud, oficio, memorando) son redactados a espaldas de las normas ortográficas actuales del español.
Conducidos por la costumbre y tentados por el vicio de comillitis (entrecomillar todo), abogados, funcionarios y servidores públicos cometen los errores más garrafales en sus documentos, entre ellos, está el nombre oficial del año.
La vez pasada, mi amigo Diego, que es practicante de derecho, me envió al correo un oficio dirigido a la Gerencia de Desarrollo Social de la Municipalidad Provincial de Trujillo. El motivo fue “darle una ojeadita a su texto” a fin de perfeccionarlo.
Con lo que él no contaba es que le señalaría el primer error desde la parte superior del oficio. Le dije: “Quítale las comillas a la denominación del año”. Él, confundido, me respondió: “Entonces ¿le pongo cursiva?”. Como lo vi entre la espada y la pared, atendí su preocupación.
Conducidos por la costumbre y tentados por el vicio de comillitis (entrecomillar todo), abogados, funcionarios y servidores públicos cometen los errores más garrafales en sus documentos, entre ellos, está el nombre oficial del año.
—Simplemente, no le pongas nada. Los nombres propios no necesitan de resalte tipográfico.
—Claro, Guissepe, entiendo. Pero sucede que el doctor me entregó un modelo de oficio y me dijo que solo le cambie el contenido.
—Yo también te entiendo. Pero la mesa de partes no te rechazará el documento solo porque hayas omitido las comillas. Sabes que evitarlas no afecta la formalidad de tu escrito. Porque lo sabes, ¿no?
—Sí, lo sé. Pero…
Así volvíamos a discutir una y otra vez por lo mismo: el doctor es tan buen conocedor de las normas de redacción que las ignora porque teme que le rechacen su documento por haberlo escrito correctamente. ¿Absurdo o no?
Lo cierto es que la denominación del año, al ser una frase o lema oficial, es un nombre propio. Y los nombres propios no necesitan ni de mayúsculas (salvo la letra inicial) ni de comillas ni de cursivas.
¿O alguno de ustedes escribe sus nombres y apellidos de esa forma? Nadie. Excepcionalmente, el nombre oficial del año llevará, de preferencia, comillas cuando se ubique dentro del párrafo y no apartado en la parte superior del texto.
Por ejemplo: El Gobierno peruano ha denominado el año 2023 como “Año de la unidad, la paz y el desarrollo”.
Por último, sugiero una solución para este caso en particular. Dado que el nombre oficial del año se coloca en todos los documentos dirigidos a instituciones y organismos del Estado, sería recomendable que sus funcionarios y servidores públicos se capaciten en materia de redacción de textos administrativos para que así puedan actualizarse con las normas ortográficas del español. Y, de paso, me ayuden a no cortar mi amistad con Diego: él no es culpable de nada.
Luis Quispe Palomino (Barrios Altos, 1999). Estudia la carrera de Derecho en la Universidad Privada Antenor Orrego. Ha publicado artículos de opinión y divulgación en las revistas Los Contemporáneos (México) y Taquicardia (Trujillo). En 2020 inauguró el proyecto Disicultura, el cual se ha convertido en la primera editorial de textos de no-ficción, de forma autogestionada, de La Libertad. Actualmente, se desempeña como docente de Lenguaje y corrector de estilo. Reside en Laredo.