Luis Eduardo García López (Chulucanas, Piura) es un escritor con aspiraciones universales. Lector apasionado de Fernando Pessoa, cuajado como poeta, crítico de literatura y cuentista en pausa, ahora, navega a remo entre los recuerdos, la imaginación y la investigación en el maravilloso caudal de la novela.
Tras ganar el premio de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro (2022), con su obra El lugar de la memoria, presentará, en la Feria Internacional del Libro de La Libertad, La sombra del remordimiento (Infolectura). La cita es el viernes a las siete de la tarde.
La obra es una mirada retrospectiva a la época de violencia desatada por Sendero Luminoso. Desarrolla cuatro historias en paralelo marcadas por el miedo, la esperanza y la traición, las cuales se mezclan en distintos momentos: la relación tortuosa de un agente de inteligencia con una exsubversiva convertida en prostituta, el drama de un grupo de soñadores e inconformes que quieren cambiar el mundo (pero el miedo los paraliza y termina cambiándolos a ellos), la crisis existencial de un aspirante a poeta (y admirador de Emil Cioran) que traiciona a sus amigos revolucionarios y termina suicidándose, y el amor entre el narrador de una de las historias y la mujer de su juventud (amor que los conduce al exilio en Europa).
-¿Qué trabajo desempeñó Luis Eduardo García para elaborar su último manjar: La sombra del remordimiento?
-Apelé a dos cosas: uno, los recuerdos, porque, casi siempre, toda historia tiene como leitmotiv o causa central una cuestión personal. Entonces, mis recuerdos de los años 80, en mi época universitaria, fue un punto de partida; y luego hice una labor de investigación, de inmersión: revisé algunos diarios de la época para ver cómo era la atmósfera social, política de ese tiempo que yo recordaba. Pero, a veces, no hay que fiarse siempre de los recuerdos. Un trabajo con base a recuerdos e investigación, y, lo otro, fue obra de la imaginación: empezó a operar y asociar las cosas que yo recordaba y había investigado.
Luego hice una labor de investigación, de inmersión: revisé algunos diarios de la época para ver cómo era la atmósfera social, política de ese tiempo que yo recordaba.
-La época en la que está ambientada el libro mezcla el idealismo, el medio, por las ganas de superase, de ver a un país mejor. ¿Éramos un país menos afortunado económica y socialmente?
-Un país más difícil, un país pobre, quebrado, con mucha frustración y me tocó vivirlo cuando yo era muy joven y estudiaba en la universidad; pero, de todas maneras, habían espacios de esperanza, por allí habían grietas por donde se podían filtrar el optimismo y la esperanza de estos jóvenes que querían ver un país distinto, pero en su intento por cambiar este país muchos se paralizan por el miedo, otros por la traición, otros por el desamor; pero la mayoría se desencanta: la vida que vivieron comienza a tomar un rumbo distinto al original.
-¿Cómo diseñó a un poeta frustrado y admirador de Emil Cioran?
-Las motivaciones son, hasta cierto punto, personales. Yo era un lector de Cioran —que lo conocimos con mis amigos a finales de los años 80— y, entonces, lo que hice es colocarle al personaje un poquito de mí, un poquito de mis amigos, un poquito de lo que yo creía que debía de ser un poeta y salió esta especie de Frankenstein. Así operan los novelistas: toman una base real; pero, luego, van añadiéndole cositas, ingredientes que pertenecen a otros personajes que no son, necesariamente, yo.
-Luego de su triunfo en el Concurso de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro, con su novela El Lugar de la Memoria, usted es uno de los escritores más esperado en la I Feria Internacional de Libro de La Libertad. ¿En qué tramo de su vida como escritor se encuentra?
-Lo que siento es más ganas de seguir escribiendo, pero, ahora, quiero escribir más novelas: yo siempre quise hacerlo. Llegué a la poesía porque descubrí que había un componente maravilloso que era el lenguaje, pero, cuando empecé como lector y cuando hice mis primeros escritos, yo quería ser novelista. Fui postergando esa decisión porque sentí que no estaba preparado para serlo: no conocía lo suficiente las técnicas, los procedimientos y los recursos de la narrativa. Poco a poco los fui adquiriendo y, también, mi propia vida. No es que se necesiten muchos años de vida para poder escribir novelas, sino que tienen que madurar lo suficiente en tus experiencias, tu mundo interior para luego expulsarlos hacia una historia más concreta. Yo me veo empeñado en seguir escribiendo novelas y mi aspiración es siempre universal: no me detengo a pensar mucho en el mundo local porque yo soy el mundo local, estoy hecho del mundo en que vivo, el mundo que vivo me afecta; pero escribo con aspiraciones universales.
-Los lectores de El lugar de la memoria, han conectado con Amado, el personaje que lucha por no olvidar a su hija Cayetana. Es un reflejo de la conexión entre el personaje, la ficción y la experiencia del lector: yo recuerdo a mi abuelo y su primer episodio de demencia senil.
-Creo que lo que favorece a El lugar de la memoria es que e toca un tema que yo no imaginé que fuera tan recurrente y tan común en la sociedad peruana. Es una novela que trata del deterioro de las funciones cognitivas, en este caso del Alzheimer, que sufre el personaje Amado. Bueno, yo pensé que eran casos aislados; pero, después, he visto que los lectores se conectan con rapidez porque alguien tiene un antecedente o una experiencia semejante, que no es mi caso, porque, por lo menos, en mi mundo familiar nadie aquejado, hasta ahora, esa enfermedad y, sin embargo, es tan común. Además, incide sobre algo tan importante para el ser humano: la memoria. Los seres humanos somos memoria, sin memoria no somos nada, no hay recuerdos, no hay lenguaje, no hay conexión entre el pasado el presente y el futuro. Sin memoria somos, prácticamente, nada.
-Hablando de lectores, ¿cómo analiza al consumidor de historias?
-No hay que desdeñar a los lectores. A veces, pensamos que los lectores no son los suficientemente exigentes de lo que nosotros esperamos; pero es mentira. Los lectores son inteligentes, saben lo que hacen. Yo no escribo pensando en un lector en particular. Yo escribo pensando en que hay un lector en general y que obliga a exigirme para colmar esas expectativas que no conozco exactamente; pero que sospecho o intuyo como son. También somos conscientes de que este no es un país de grandes lectores, en el sentido de que no tenemos grandes porcentajes de población dedicándose a la lectura y, lo cual, origina una serie de males. Pero, hay lectores en el Perú, felizmente, y aspiramos a que sean cada vez más.
-Grandes intelectuales como Julio Cortázar y Marco Aurelio Denegri, eran apasionados lectores y eso reflejó en ellos un gran nivel cultural. ¿La promoción de la lectura como voluntad y estrategia para elevar el nivel cultural y pensamiento crítico de nuestros jóvenes, debería ser empujada por los escritores?
-Es una conjugación de fuerzas y de factores. La lectura es, en realidad, la gran esperanza de la humanidad; cambia vidas, abre el horizonte de posibilidades de los seres humanos, nos vuelve más conscientes del mundo en que vivimos y de nuestras limitaciones. También nos ayuda a soñar. Nosotros leemos los libros para vivir las vidas que no podemos vivir, como dice Vargas Llosa. Por eso leemos novelas, leemos cuentos y poesía. La lectura nos da otra perspectiva de la vida, nos ayuda agudizar nuestros sentidos, a comprender mejor el mundo. Pero no basta con nosotros mismos, eso tiene que estar amparado, respaldado por una política del Estado. Necesitamos más bibliotecas, digamos, una escuela más cercana al lector, un mundo en que se valore a lectura y no se le desprecie o desdeñe como se hace ahora que es la quinta rueda del coche, que es mirada con miseración.
-Espacios como las ferias son importantes. ¿Qué opina sobre el retorno de la fiesta de las letras a la ciudad de Trujillo?
-Es muy importante. Una feria de libro acerca al libro con el lector, permite conocer autores, experiencias ajenas que nos pueden conocer una mejor visión y a darle un mayor valor al libro. Yo creo que son fundamentales. Es necesario. Permite promocionar autores.
Luis Eduardo García y su voracidad lectora
-Luis Eduardo García, ¿qué temas suele buscar en las estanterías?
-Depende. A veces, me guío por autores, por temas. Trato de estar, más o menos, actualizado. Leo muchos libros y diarios, o revistas de libros para averiguar cuáles son los autores que debería de buscar, pero, los busco, en realidad, por afinidad temática e intelectual. Son constantes, por ejemplo: Pessoa, Cărtărescu, Paul Auster, me gustan mucho —leo mucha poesía—; pero, a veces, estos autores van cambiando conforme voy descubriendo nuevas cosas. Trato de ser fiel a mi propia necesidad.
-¿Veremos, en alguna feria nacional o internacional, la pluma deliciosa —crítica literaria— que desde hace 25 años publicas en el diario La Industria, compilada en un libro?
-Mi columna, en un primer momento se llamó Consejero del lobo, luego Cartas del tribal; que se publica hace más de 25 años en el diario La Industria, y yo he hecho ya dos pequeñas selecciones una se llama Tan frágil manjar y otra, un libro de crónicas. Más adelante, quizás, haga —porque la última compilación de estos trabajos periodísticos fue hace como 10 años— voy a tratar de encontrarle vasos comunicantes entre los diversos textos que yo elija para que no se vean tan aislado. Vamos a ver si combino reseñas con crónicas breves y con artículos de opinión.
–Adiós Sofía, su único libro de cuentos, tuvo muy buena crítica. ¿Volverá alguna producción como esa?
-Yo no tengo muchos cuentos escritos, máximo, habré escrito 12 en mi vida. Pero, quizá, vuelva con un libro, aunque es remoto. Estoy pensando en acabar la tercera novela y, luego, acometeré la aventura de intentar reunir un conjunto de cuentos en un libro.