La pequeña Lisa ignoraba la fortuna de la amistad hasta que, en un capítulo de Los Simpson, consigue una mejor amiga.
Cuando Homero deja a sus hijos en el Centro Recreativo de Springfield, Lisa conoce a Juliet Hobbes en un taller de arte.
Luego de rebatir los desatinados comentarios de la profesora, salen corriendo de clase y se vuelven inseparables.
Tanto es así que Lisa la presenta a sus papás, Marge la invita a cenar y se queda a dormir esa misma noche.
Una vez acostadas, Juliet le pregunta a Lisa si desea ser su amiga en lo que ella, emocionada, piensa en voz alta: “Tengo una mejor amiga”. Después se avergüenza.
La propuesta casi conyugal de Juliet y el rubor de Lisa ante esta situación reflejan la idea romántica o idealizada de la amistad que, a la vez, atenta contra su naturalidad.
En efecto, tener un mejor amigo (en inglés “best friend forever”) significa adjudicarle ciertos atributos de la pareja como, por ejemplo, la exclusividad, la extrema confidencialidad y la reciprocidad.
Dicha categoría está viciada desde su concepción, pues no puede sintonizar la monogamia del amor marital con el proceso de sociabilización de la amistad. Pienso, de todas maneras, que el BFF contraria a la teoría ética aristotélica.
En los libros VIII y IX de «Ética a Nicómaco», esa monumental obra que Aristóteles dedicó a su amado hijo, el Estagirita define al amigo como “el otro yo”.
Al respecto, afirma lo siguiente: “Suele decirse, en efecto, que los que son dichosos y se bastan a sí mismos para nada tienen necesidad de amigos (…), mientras que el amigo, que es otro yo, nos procura lo que por nosotros mismos no podemos tener”.
Para el filósofo, un hombre es, en suma, un ser destinado a la convivencia, a vivir en comunidad, un ser social por naturaleza, viéndose reflejado y descubriendo semejanzas en los otros que le rodean.
Encontrar un amigo en esa colectividad, definitivamente, constituye el mayor de los bienes exteriores, el propósito del encuentro, la dicha de vivir en armonía. Por tanto, tener amigos forma parte de la autorrealización del hombre: su felicidad.
Una interpretación de la sentencia aristotélica más cercana a la hora actual sería “ser amigo es ser empático”.
Este término es perfecto ya que “empatía” proviene del vocablo griego empátheia, cuyas voces em y pathos significan colocarse y pasión, dolor, emoción, respectivamente.
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Entonces la empatía refiere a la cualidad o capacidad que tiene la persona humana de conmocionarse por el otro; es más, ya no solo conmocionarse como si el consuelo fuere el último de los socorros, más bien sentir la responsabilidad ética de ayudarle a disminuir la brecha existente entre el fiasco y el derrotero trazados.
En ese contexto, se podría decir que “el otro yo” aristotélico encajaría más con la figura del mejor amigo (y no con el amigo), puesto que es el responsable de procurarle bienestar al “yo”.
No obstante, en su tratado, Aristóteles jamás nos habla de una sola persona porque entiende que, ante nuestras necesidades ilimitadas, un único amigo (o mejor amigo) no podría satisfacer todas.
De modo que resulta más fehaciente que diferentes amigos consigan lo que por nosotros mismos no podemos conseguir en los diversos ámbitos de la vida.
Ahora bien, en la actualidad, el término “amigo” se utiliza de tres modos: a) como forma de tratamiento (“amigo, ¿me puede decir la hora?”), como producto de la convivencia (“es un amigo del colegio”) y como amistad verdadera (“te presento a mi amigo”).
Precisamente, este último, que es el amigo que hemos elegido, recae en la figura del mejor amigo. Y se entiende: en cierta medida, el mejor amigo desplaza a los otros modos de amistad.
Si digo “en cierta medida” es porque no hay una relación causal entre ambos, sino que son productos del fenómeno de resemantización; es decir, con el tiempo, las palabras gastan su significado original para adquirir otros significados.
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Para terminar, nadie puede negar que tener un mejor amigo o BFF (“beffo” y “beffa”) significa romantizar la amistad a tal grado de que se corra el riesgo de no disfrutar un adecuado proceso de socialización, esto es, conocer a otras personas.
El amigo aconseja, pero el mejor amigo hasta puede llegar a tomar decisiones en nuestras vidas.
Peor aún: si la némesis del amigo es el enemigo, aquella persona que nos procura el mal, no quiero imaginar qué le pasaría al mejor amigo luego de una ruptura amorosa. ¿Qué nos pasaría a nosotros?