Iván Cruz llegó a Huanchaco para grabar un videoclip. Eran finales de la década del noventa y ya no era la estrella que estremecía escenarios, sino el típico artista que opone resistencia al ingrato presente por el placer glorioso del pasado.
El tema era la Copa rota. En una toma, el bolerista se sentó frente a una barra de un bar y conversaba mentiritas para la cámara con el mozo que le servía licor de utilería.
En el cambio de escena, Iván Cruz debía usar vestuario. Ingresó al baño y salió con un nuevo polo, cuyo cuello redondo presionaba su característica melena que bajaba por su nuca.
Era evidente que estaba incómodo y, también, era que obvio que bastaba el mínimo esfuerzo de emplear sus manos para liberar su cabello; pero era Iván Cruz.
El tema era la Copa rota. En una escena, el bolerista se sentó frente a una barra en un bar y conversaba mentiritas para la cámara con el mozo que le servía licor de utilería.
-Ni yo ni nadie puede tocar mi cabellera. La única que puede hacerlo es mi mujer- aclaró para sorpresa de los presentes, aquella tarde de sábado en un bar del principal balneario de La Libertad.
Su mujer era una señora rubia platino, quien en ese momento había desaparecido del salón. Iván la llamó por su nombre, primero, con cariño, y, luego, con malestar, como se emplaza a una sirvienta.
-¡Vayan a buscarla!- ordenó, pero nadie se movió.
La mujer apareció avergonzada. Sin que el cantante le prescriba algo, ella atacó el problema con la delicadeza de una orfebre y el silencio de un monje.
Sobó sus manos para calentarlas y solo usando las yemas de sus dedos tomó la caballera y la liberó del polo, esa prenda que se remonta a Europa medieval, cuando los soldados la empleaban como una especie de ropa interior, para evitar el roce con sus armaduras.
La mujer, después, peinó con sus dedos la melena rescatada del yugo de una ropa que tiene tantos nombres como usos: camiseta, camisola, chemas, franela, playera, remera y t-shirt.
Iván Cruz meneó la cabeza para verificar si toda estaba bien y aceptó seguir grabando. “Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista”, puntualizó un tal Oscar Wilde
Iván Cruz: un artista
Un artista vive de sus vanidades. En la película El abogado del diablo, Al Pacino, quien personifica a Lucifer, reconoce que la vanidad es el mejor de sus pecados. Iván Cruz o Víctor Francisco de la Cruz Dávila estuvo con Dios y con el diablo al mismo tiempo.
Su vida no estuvo exenta de dificultades. El cantante tuvo problemas con el alcoholismo y las drogas, que afectaron su salud y su economía. En el año 2000 se entregó a Dios y se convirtió en cristiano evangélico, predicando el cristianismo, a través, de sus canciones.
A pesar de ello, su salud se deterioró por la diabetes que padecía desde hace 20 años, y que le causó cirrosis, pancreatitis y un derrame cerebral que finalmente le provocó la muerte.
Adiós al rey
El Rey del Bolero falleció este lunes 6 de noviembre a los 77 años de edad, tras sufrir varias complicaciones de salud relacionadas con la diabetes, la pancreatitis y un derrame cerebral.
El cantante y compositor peruano, reconocido en gran parte de Latinoamérica por su voz y sus canciones como Me dices que te vas, Vagabundo, Ajena, Brindo, Yo le doy gracias a Dios, entre otras, dejó un legado musical que perdurará por generaciones.
El Rey del Bolero falleció este lunes 6 de noviembre a los 77 años de edad, tras sufrir varias complicaciones de salud relacionadas con la diabetes, la pancreatitis y un derrame cerebral.
Iván Cruz, nació el 10 de enero de 1946 en el Callao. Desde niño mostró su talento para el canto, influenciado por su abuelo, que era músico folklórico.
A los 11 años participó en un programa infantil de radio y a los 16 ingresó a la Escuela Técnica de la Marina de Guerra del Perú, donde se graduó como enfermero naval.
Trabajó para la Armada Peruana durante 18 años, sin embargo nunca abandonó su pasión por la música.
Inició su carrera artística en 1973 como baladista, pero fue en 1975 que el director del sello FTA (RCA Victor), Marco Antonio Collazos, le recomendó que incursionara en los boleros, género que lo consagró como el ‘Ídolo del Bolero’.
A lo largo de su trayectoria, Iván Cruz ganó 12 discos de oro y varios de platino, y recorrió países como Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, México, España y Estados Unidos.
Exequias
Sus restos serán velados en el Hospital Naval y el entierro se realizará este martes 7 de noviembre en el cementerio Parque del Recuerdo.
Su viuda, Yolanda Flores, y sus cuatro hijos, Inés, Poly, Tony y Víctor, agradecieron el cariño y el apoyo del público y de sus colegas artistas, que se han pronunciado en las redes sociales para despedir al ‘Rey del Bolero’. Asimismo, pidieron respeto y comprensión en estos momentos de dolor.
Iván Cruz se ha ido, pero su voz y su música seguirán vivas en el corazón de sus seguidores, que lo recordarán como el gran exponente del bolero peruano que fue. Como él mismo cantaba: «Yo le doy gracias a Dios por haberme dado esta voz, que me ha permitido cantar y llegar hasta el corazón».