La última semana de noviembre del 2023, el presidente del Tribunal Constitucional (TC), Francisco Morales, era noticia mundial al expresar que el exdictador Alberto Fujimori Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad, debía ser liberado.
Pasado el mediodía de hoy 5 de diciembre, le ordenó al Instituto Nacional Penitenciario (INPE) que le habra las rejas.
“Alberto Fujimori debe ser liberado de acuerdo con la decisión del Tribunal Constitucional”, afirmó Morales, y dispone, que de conformidad con el artículo 27 del Nuevo Código Procesal Penal, al INPE y al director penal de Barbadillo que la inmediata libertad del exdignatario, quien gobernó al Perú durante la década de noventa.
La decisión del TC colisiona contra lo dispuesto por la Corte Inteamericana de Derechos Humanos (CIDH), que, en abril del 2022, ordenó al Perú “abstenerse de implementar la sentencia dictada por el Tribunal Constitucional” de restituir los efectos al indulto ‘por razones humanitarias’.
Sin embargo, días atrás, el TC explicó que el Perú debe hacer respetar su soberanía y al margen de la postura de la CIDH, ratificó la polémica sentencia bajo la figura del “indulto humanitario”, que dispuso el 2017 el entonces presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski.
¿Por qué la CIDH rechazaba la liberación de Fujimori?
La CIDH argumenta que “en casos de graves violaciones de derechos humanos la medida o figura jurídica [de habeas corpus, que permita proteger la salud, la vida e integridad del condenado] debe ser la que menos restrinja el derecho de acceso a la justicia de las víctimas (…) y debe ser aplicada en casos muy extremos y por una necesidad imperante”.
Especialistas en materia penal y social explican que la liberación de Fujimori supone una burla a las víctimas de su gobierno que, tras la cortina de la lucha contra el terrorismo, secuestró y asesinó a civiles. Amnistía Internacional, en 2017, expresó que “indulto y gracia a Alberto Fujimori es duro golpe a la lucha contra impunidad”.
Además esparce sal en las heridas de quienes fueron marcados por la corrupción institucionalizada en su gobierno, entre ellos, el Poder Judicial.
El asesino de la ilusión, así denomina el Leuzemia, en la voz de Daniel F, a Fujimori, en una canción de culto del mismo nombre. Nos dice que “las tardes de muertos eclipsan el bar y los deudos callaran su rabia”. Nos hace reflexionar sobre la corrupción que no tiene un antes ni un después: se mantiene y transita por cualquier gobierno.