Escribe Roberto De Bracamonte *
Un hombre sale de su morada en busca de un paisaje natural para deleitarse. Con el brillo en los ojos, camina hacia la ribera del río. Lo acompañan, como es habitual en sus caminatas de fin de semana, sus fieles compañeros caninos.
Apenas observó la corriente de agua supo que había llegado a su destino; pero, mientras más se acercaba, más desechos veía a las orillas y flotando en sus aguas, como si de embarcaciones funestas se trataran.
El hombre sigue su camino por la naturaleza reparando en cada elemento que compone el encuadre: árboles, aves, agua, bolsas de cemento, plásticos flotando, botellas de vidrio bailando y chocando entre ellas; creando una triste melodía que augura la muerte del río.
Esta triste historia comienza a casi 4000 metros de altura sobre el nivel del mar, cerca de Quiruvilca, donde nace un río. Discurre. Cambia de nombre a San Lorenzo y Constancia y, en la localidad de San Juan —14 km desde su originen—, adopta el nombre que llevará hasta el final de su trayectoria: río Moche.
Es cuando está cerca de desembocar en el mar que se aprecia todo lo que ha arrastrado: basura, metales pesados, cadáveres de animales y hasta heces.
Este es el panorama que lamenta un hombre y sus perros. Donde antes hubo vida, ahora solo hay delitos y ruinas en uno de los ríos más contaminados del Perú.
Fuente de vida
Desde que el mundo empezó a poblarse, las civilizaciones se asentaron alrededor de fuentes de agua, sobre todo, de ríos.
Tener donde hidratarse, pescar y regar resultó, antes y ahora, tentador y muy sensato. “Si la tierra es una madre, entonces los ríos son sus venas”, escribió Amit Kalantri.
Los mochicas, que se desarrollaron entre los siglos II y VII d.C., lo hicieron en los valles del río Moche. Allí propalaron unas de las culturas más prolíferas y admirables de antiguo Perú.
Extendieron conocimientos de ingenieros hidráulicos para canalizar el agua. Sus construcciones de adobe, tal es el caso de las huacas del Sol y la Luna, perduran hasta hoy como un testimonio de su grandeza. Los moches también fueron los más eximios y virtuosos ceramistas del antiguo Perú.
Este es el panorama que lamenta un hombre y sus perros. Donde antes hubo vida, ahora solo hay delitos y ruinas en uno de los ríos más contaminados del Perú.
En su momento, fue idóneo y muy ventajoso establecerse cerca de este río; pero, en la actualidad, una decisión similar juega en contra no solo de la agricultura — para el 2020, constituían 17 000 hectáreas— y otras actividades productivas; sino, también, para aquellos que consumen productos regados con estas aguas.
Ese mismo año se declaró al río Moche en estado de emergencia debido a las consecuencias negativas que provoca el uso de esta fuente para actividades como agricultura y ganadería, debido a la contaminación con residuos mineros.
Esa decisión originó el menoscabo de 66 244 cabezas de ganado, 89 653 aves de corral y 267.1 km de canales de riego.
Para el 2021, el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) reveló cifras preocupantes: solo en La Libertad, el contaminado río Moche afectó a 354 093 personas y 100 hectáreas de cultivo.
Este mismo año, a lo largo de todo su trayecto, contaminó unas 7000 hectáreas y, además, desapareció a la fauna de esta zona.
El Moche es la refutación de lo que escribió Loren Eiseley: “Si hay magia en este planeta, está contenida en el agua”.
Paseo por la ribera
El hombre que sale a pasear con sus perros es Jony Vela Silva, quien vive cerca del río y, muchas veces, tiene miedo a sufrir accidentes por la abundante basura que pulula.
Algunos podrán decirle exagerado, pero la cantidad y el tipo de residuos que se encuentran en la desembocadura el río Moche, en el distrito de Víctor Larco Herrera, son de alto riesgo, ya que se pueden encontrar fragmentos grandes de vidrios, alambres oxidados y tubos de sangre de laboratorios, con las marcas que indican que la sangre de alguien estuvo en ellos antes de ser reventados.
Intentar refrescarse en el río, tampoco, es seguro. La contaminación por aguas residuales y metales pesados provenientes de la minería es elevada y causaría estragos en la salud.
Jony Vela habita en uno de los terrenos cercanos al río Moche, a pocos metros de la empresa de construcción Glem Perú. En sus paseos, sobre todo los fines de semana, lo acompaña la tristeza que llega cuando repara en la cantidad de basura y desmonte que contamina lo que, en otro escenario, sería una bonita visión de la naturaleza.
Los agricultores, también, son afectados por la gente que arroja el desmonte. El polvo de este tipo de desechos, a causa del viento, se impregna en los cultivos.
Los trastos de construcción y desmonte son los principales contaminantes del lugar. Cuando, los agricultores van a fumigar, deben limpiar las hojas para retirar la película de polvo que evita que los químicos cumplan su función. Esta acción incrementa los costos de producción.
Era un río plástico
“Plástico, plástico”, dice indignado Ruperto Villegas Loloy mientras da un paseo por sus cultivos en crecimiento.
Una maleta vacía, bolsas de plástico, ladrillos y el abrumante polvo llenan el espacio. Una pequeña fogata, en la cual quema, de a pocos, los desechos que invaden sus tierras, alumbra el camino de penuria.
“Pasarán años y no se va a desintegrar”, se lamenta el hombre. “Yo solo no puedo pelear contra tantos que son”.
Pero hay un nuevo vecino, un nuevo actor en esta tragedia. Hace menos de un año empezó la construcción del condominio Brisas del Golf.
Este multifamiliar, a nivel de seguridad y servicios, puede significar un beneficio para la zona. Ahora, es momento de pensar, ¿traerá un aumento de residuos al río Moche? Según las declaraciones del asociado Álvaro Márquez De Bracamonte, no.
“Es una urbanización netamente ecológica”, defiende.
Los protocolos sobre el cuidado ambiental son los más modernos. La energía que usarán las casas será generada por paneles solares. Respecto a los residuos sólidos de los baños, serán tratados mediante un biodigestor.
Este sistema permitirá que estos desechos sean empleados de tal manera que, al descomponerse, generen el combustible conocido como biogás, el cual se puede usar en cocinas, para calentar agua o hasta para producir energía eléctrica.
Lo que sí resulta preocupante es la forma en la que los vecinos de esta urbanización podrán obtener agua potable. “Se usará agua de pozo”, avisa Márquez.
Hasta el momento, y según el responsable, esta agua cumple con los estándares de calidad para el consumo humano. Lo preocupante es el futuro: si la contaminación en el río aumenta, el proceso de filtración de agua del río a los pozos causaría problemas de salud.
Nuevos vecinos
Márquez también es gerente general de la empresa de materiales y máquinas de construcción Glem Perú. Decenas de montículos de estos residuos se encuentra cerca del río.
“Glem Perú tiene un protocolo a seguir con respecto a la eliminación de los productos residuales de las construcciones” declara el empresario. Según explica, su proceso consiste en mojar los desechos para que el polvo quede compacto y evite que las partículas se propaguen por el aire.
Luego, se los carga en un camión y se cubre con una manta para impedir que se rieguen, durante el traslado a los rellenos sanitarios o a terrenos particulares para nivelarlos.
Álvaro Márquez niega que los desechos de construcción que se observan cerca del río fueron arrojados por su empresa, pues ellos cuentan con un protocolo para manejar los residuos que generan. Acusa que el desmonte en el río es responsabilidad de los encargados de las pequeñas obras, quienes contratan motofurgones para deshacerse de esos desperdicios.
“Esto se genera por la idiosincrasia y la falta de cultura del mismo peruano”, lamenta.
Álvaro ve el problema creado por la inconsciencia ambiental de ciertos compatriotas y, como él dice, de algunos inmigrantes. Pero también recalca la falta de mano dura de las autoridades.
El río Moche para todos
El Moche es el principal río de la ciudad de Trujillo. Sin embargo, sus habitantes viven de espaldas al que podría ser un sitio de recreación y encuentro para todos.
En torno a la fuente de agua se puede realizar caminatas, actividades al aire libre, fotografía y hasta disfrutar de un día refrescante.
Todo esto se pierde debido a la contaminación.
Los márgenes y riberas del río Moche podrían ser un excelente espacio público, es decir, un lugar donde todas las personas pueden circular con paz y armonía.
Los ríos forman parte de los componentes naturales del espacio público. Un ejemplo es el río Cheonggyecheon en Seúl, Corea del Sur, el cual ha sido adaptado con un paseo en sus márgenes, para que las personas puedan desarrollar múltiples actividades.
En los ríos de la provincia de Quebec, en Canadá, los ciudadanos y turistas tienen la oportunidad de practicar deportes como kayak y pesca. Otro ejemplo, se evidencia en el río Cañete, en Lima, que pasa por Lunahuaná. A pesar de ser un río de corta extensión, permite la práctica de actividades recreativas.
En Jaén, en la provincia de Cajamarca, los turistas y vecinos, disfrutan del malecón, el cual se construyó al lado del río Amojú. Restaurantes ofrecen comida típica y la bebida por excelencia del lugar: el café, en todas sus variedades.
Y todavía no
El río Moche no brinda las condiciones para convertirse en espacio público.
Además del desmonte, posee altos niveles de mercurio, cadmio, plomo, cobre y arsénico, metales dañinos para las personas que estén cerca del agua del río.
Para empeorar las cosas, también se han detectado niveles preocupantes de productos químicos, aguas residuales domésticas y agentes productores de patógenos como virus, bacterias, hongos, parásitos y amebas.
En Jaén, en la provincia de Cajamarca, los turistas y vecinos, disfrutan del malecón, el cual se construyó al lado del río Amojú. Restaurantes ofrecen comida típica y la bebida por excelencia del lugar: el café, en todas sus variedades.
Esto desencadena que el agua del río Moche sea peligrosa para la salud humana. Se ha comprobado que hay niveles altos de agentes que afectan al sistema digestivo, riñones, hígado, pulmones, ojos y piel.
Estos factores frenan el uso del río Moche como espacio público. Es urgente para los trujillanos sacar al río de las tinieblas y traer a la luz el problema que lo aqueja.
Mesa que más aplaude
En el 2020 se instaló una mesa técnica de trabajo para frenar la contaminación del río Moche, en la que participan instituciones del gobierno nacional y regional. Hasta la fecha se han celebrado cuatro reuniones de este grupo de trabajo. La última fue en diciembre del 2022.
“Estamos exigiendo resultados de esta mesa de diálogo número 4, porque han pasado siete meses y no hemos tenido noticias de lo que se viene realizando en favor de toda la remediación del río Moche y el trabajo que se viene ejecutando en lo que respecta a los relaves mineros”, señaló el vicepresidente del Comité Multisectorial en Defensa del Río Moche, Alan Cisneros, para el diario La República el 13 de julio del 2023.
El rescate del río Moche contempla el trabajo en tres ejes. El primero es el urgente control del tratamiento de los efluentes de la unidad minera Quiruvilca, a través de la transferencia de recursos a la empresa estatal Activos Mineros S.A.C. (Amsac).
Segundo, la elaboración de un plan a cargo de la Autoridad Nacional del Agua (ANA) para determinar otras fuentes contaminantes en el río Moche e identificar las medidas de solución, involucrando a la autoridad regional y a los gobiernos locales.
Tercero, el Ministerio de Energía y Minas iniciará acciones para el cierre integral de la unidad minera Quiruvilca, de acuerdo a lo dispuesto a la Ley de Presupuesto y la Ley de Equilibrio Financiero para el Año Fiscal 2022.
“Estamos retomando ese diálogo, para que el Ministerio de Energía y Minas nos diga cómo van los estudios de preinversión para la inversión de una planta de tratamiento para aguas ácidas y el encapsulamiento de los relaves mineros en cabecera de cuenca”, precisó Cisneros.
Una visita
En el 2022, el entonces ministro del Ambiente, Modesto Montoya, realizó una inspección en la cuenca del río Moche. “El dinero que se recibe por impuestos o por regalías mineras, es muy pequeño en comparación con el daño permanente que se hace al ambiente y a la salud de las personas”, declaró.
Los resultados de esta inspección indicaron que el agua estaba contaminada en exceso producto de la minería irresponsable.
Poco o nada se ha avanzado desde entonces. Antes y ahora, la percepción es que las autoridades no odian al río Moche, sino que lo han olvidado. Han olvidado su condición de río y se cree que es un basural.
El señor Vela —el que pasea con sus perros— asegura que, durante los tres años que vive cerca del río Moche, no ha observado ninguna acción de limpieza. Exhortó a los jóvenes, en especial, a los universitarios a preocuparse por este problema que afecta su presente y futuro. “El cuidado de los ríos no es una cuestión de ríos sino del corazón humano”, recomienda Shozo Tanaka, el japonés que sabe lo que es enfrentarse a la contaminación de afluentes.
Este contenido es producto del curso Introducción al Periodismo del programa de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada Antenor Orrego.