“El huaico me llevó todo, pero no me ha vencido”

María del Pilar Lozada Ayala (55) es un ejemplo de lucha y superación. En 2018 perdió a su esposo. Al año siguiente, su yerno, quien le dio dos nietas y vivía en su casa junto a su hija mayor, también perdió la vida a causa de un accidente. “En estos cinco años de viuda, he aprendido a batallar con todo”, suelta la madre de Shirley (31), Kiara (24) y Erick (19) Sumarán Lozada. El deslizamiento de la quebrada del Cerro Cabra llegó a su casa y se lo llevó todo. Bueno, casi todo. El huaico solo dejó las tablas de su cama y parte de su refrigerador.

María Lozada Ayala vive en la esquina de la Mz 23, lote 12 del sector Wichanzao, en La Esperanza. En el momento del huaico, entró en pánico antes de que el agua ingresara a su hogar. “Los gritos de terror de los vecinos me asustaron hasta lo más profundo. Estábamos en el callejón recogiendo el agua de la fuerte lluvia con recogedores y baldes”, cuenta la madre y abuela.

“Gracias a Dios, mi hija mayor (Shirley) se fue al centro de Trujillo a comprar los zapatos para sus hijas, porque el lunes (14 de marzo), supuestamente, iban a ingresar a clases. Mi otra hija, Kiara, se encontraba trabajando. Solo estaba como hijo Erick. Al escuchar los gritos de la gente, enseguida sentimos un fuerte golpe en la puerta. Luego, empezó a entrar agua por debajo y enseguida se rompió. El agua ingresó con fuerza, tenía corriente. Cruzamos el callejón nuevamente con la intención de escapar por la puerta trasera, pero cuando la abrimos, por ese lado también venía el huaico. Nos queríamos morir”, agrega María del Pilar.

Su dolor más grande, según relata, fue cuando perdió a su amado esposo en 2018. “Su pérdida es irreparable. Siempre nos cuidaba, siempre paraba detrás de sus hijos de que nos les faltara nada, de que no les pase nada. Cuando vi que el agua ingresaba por las dos puertas y la casa se empezaba a inundar, mi hijo subió por las escaleras al techo y a mi mente se me vino él (su esposo). Corrí a la gigantografía que tengo de él (un colage de su esposo en la que se aprecia las visitas que realiza la familia al cementerio donde está enterrado) y le dije: ‘Walter, dame fuerzas, por favor; dame la sabiduría para sacar a nuestro hijo de acá. No queremos morir…’”, cuenta desesperada, como si el huaico estuviera ingresando nuevamente a su hogar.

“En el techo quedé en shock. Vi como el agua subía y subía e imaginaba lo peor. Abracé a mi hijo y le rogué a Dios que no nos pase nada. Veía como los demás vecinos luchaban por sus vidas hasta que de repente se fue la luz. Fue como una película de terror”, recuerda María del Pilar al borde de las lágrimas.

Su cuadra fue la más devastada a causa del huaico. El lodo llegó casi hasta el techo de todas las viviendas. “Me tranquilizó un poco mi hija. Dejó a mis nietas con un familiar en Trujillo y vino enseguida a vernos, vino caminando, imagínate, a pie bajo esa torrencial lluvia. Nadie la quería traer. Cuando llegó a Wichanzao, no podía ingresar si quiera a la cuadra. Estaba lejos, nos comunicábamos por celular. Le decía que se vaya, que no venga; pero llorando me dijo que no nos dejaría”, narra.

Al día siguiente, tras dormir en el techo abrazado a su hijo, la ayuda llegó para la familia Sumarán Lozada. Fue evacuada a una cuadra de su hogar junto a su hijo. Al lugar llegaron Shirley y Kiara, sus hijas. “Yo nunca me he rendido. Le juré a mi esposo que el huaico no me derrumbará. Dos días después llegaron cisternas, volquetes y catarpilas. Gran parte del agua se había retirado, solo quedó el lodo. Cogí una carretilla que consiguió una de mis hijas, mi hijo tomó una pala y hoy puede decir que el huaico me llevó todo, pero que no me ha vencido”, cuenta con optimismo.

Su hijo Erick, estudiante del sexto ciclo de Ingeniería Civil, es el hombre de la casa. Trabaja como taxista con el auto que lo heredó de su padre y es el encargado de llevar la pensión a casa. “Lloro con mi hijo, tiene la fuerza de su padre. Estudia por las mañanas y en las tardes trabaja taxeando. Perdió su laptop, sus cuadernos y libros, todo; pero lo que no nos ha quitado el huaico son las esperanzas de salir adelante”, finaliza María del Pilar.

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