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Día Internacional del Gato: recorrer la ciudad en busca de una mascota perdida

Cuando aparece el amor, no importa que el ser amado camine en cuatro patas, tenga todo el cuerpo cubierto de pelos, duerma como una perfecta holgazana y que, en lugar de hablar, maúlle y ronronee. 

El amor a las mascotas es igual de inexplicable que el sentimiento entre personas. Ese afecto no se razona; se siente y, también, se observa.

Por eso hay que mirar a David Tam Chiong conducir todos los días desde su casa, en la urbanización El Recreo en Trujillo, hasta Vista Alegre, en el distrito de Víctor Larco —un lugar que le es inhóspito debido a sus pimpollos años de residente en Trujillo— para repartir volantes con la foto de su gata de nombre Sasha: raza persa, blanca, ojos celestes, cuatro kilos de peso (cuando se perdió) y que fue vendida por 15 soles por un lavador de carros.

Hay que verlo tranquilo —aunque la procesión va por dentro— acudir al diario La Industria de Trujillo y pagar un aviso con la foto de su mascota, que el martes 26 de febrero, aprovechó que la ventana del segundo piso estaba abierta, se aburrió de ser un gato encerrado, despertó su instinto salvaje y se fue a dar una vuelta por la selva de cemento.

Gato persa

Por su descendencia oriental, pareciera que David hablara riéndose. Pero no es así, al menos por estos días no tiene motivos para dejar entrar la felicidad a su casa, donde en antaño despachaba el propietario de la desaparecida orquesta Ballaney. La angustia por la pérdida de su mascota ha alterado su ritmo de vida, el de su familia y hasta —al parecer— su anatomía: el día que me recibió en su domicilio tenía el ojo derecho hinchado. 

La mascota se perdió entre las doce y la una y treinta de la tarde. David dice que fue descuido de la persona a quien paga para que la cuide; pero también de la conducta delincuencial del lavador de carros de la Villa de la Policía Nacional, ubicada a pocos metros de su casa. 

El sujeto vio, aquel martes, en Sasha la peligrosa combinación que las mascotas no deben exhibir: bonita y sin amo. 

Para repartir volantes con la foto de su gata de nombre Sasha: raza persa, blanca, ojos celestes, cuatro kilos de peso (cuando se perdió) y que fue vendida por 15 soles por un lavador de carros.

La ocultó en el balde que utiliza para limpiar autos ajenos y se la llevó lejos de allí con el fin de venderla al equivalente de cinco menús de tres soles. Sasha fue plagiada en la que debería ser una de las esquinas más seguras de la ciudad. Ni en las narices de los policías, una mascota está a salvo.

Comida de gato

David Tam tiene 33 años y empezó a querer a su gata Sasha desde que se la reglaron a su entonces novia y, ahora, esposa, Rosse Valverde López. “La hemos criado desde chiquitita, hemos vivido un montón de cosas con ella. Hasta conocemos a sus padres”, cuenta, mientras busca en su celular foto del minino ausente.

La más afectada por la desaparición es su esposa —quien prefirió no colaborar en este texto— y Boris, la cría de Sasha, que anda intranquilo, huidizo y con la cara de desconsuelo, como el gato de Sherk. 

Los especialistas dicen que las mascotas sirven para satisfacer necesidades sicológicas como compañía, juego, manejo de estrés, estatus y jerarquía. “Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre” , cree el autor de Los miserables, Víctor Hugo.

David y Rosse llevan, después de un largo noviazgo, año y medio de casados y aún no tienen hijos. “Sasha siempre nos ha dado compañía. Acá, en Trujillo, desde que hemos venido, no hemos visto a un ejemplar de su misma raza”, se jacta. 

David sacaba a pasear a Sasha sujeta a una correa como si fuera un perro. “Es que es grande. ¡Un gatazo! Perdón, gataza”. Por fin ríe de verdad. 

A los gatos persas se les conoce como ‘cara de muñeca’ debido a que tienen ojos grandes y narices pequeñas, tal como las colegas de Barbie. Son de carácter tranquilo y, también, se le dice tigres de sofá porque les gusta dormir y descansar. En promedio, un gato pernocta 16 horas al día.

De alcurnia

La raza persa exige mucho cuidado y dedicación. Como el que le ofrecieron David y su esposa cuando se mudaron de Lima a Trujillo. En un viaje anterior la trajeron por tierra y Sasha sufrió mucho por las casi ocho horas del trayecto.  

Por eso cuando vinieron para quedarse en la capital de La Libertad decidieron pagar boletos en avión a fin de evitarle la fatiga. 

David sacaba a pasear a Sasha sujeta a una correa como si fuera un perro. “Es que es grande. ¡Un gatazo! Perdón, gataza”. Por fin ríe de verdad. 

Pero no contaban con que los trabajadores de la aerolínea se olvidaran de sacar de la bodega a la gata y el avión despegó del Aeropuerto Carlos Martínez de Pinillos con destino a Tumbes con Sasha a bordo. Después de cuatro horas de angustia, la aeronave volvió a aterrizar en Huanchaco y esta vez sí dejó a Sasha con sus dueños. 

Por 15 soles

Cuando David se enteró por una vecina de que el lavador de carros se había llevado a su gata lo buscó y lo encontró en el Ovni, la exdiscoteca de propiedad de un narcotraficante y que luego sirvió como oficina y taller de la Policía Nacional del Perú

Con ayuda de un amigo policía lo interrogó y —sin buscarle cinco pies al gato— el delincuente confesó con celeridad que se la dio a su esposa, quien la vendió a una vecina en Vista Alegre por 15 soles. 

Desde entonces, David acude a ese sector de la ciudad. Llegó a la casa de la vecina que compró a Sasha, quien le narró que la gata se escapó por el techo. Otra mujer le dijo que vio a la minina sola y asustada a la medianoche en la calle. 

David reparte volantes, conversa con gente que no conoce y ofrece recompensa. “Hay quienes nos dicen que la han visto en tal casa; otros, por tal calle; otros, en tal corral. El asunto es insistir y peinar siempre la zona hasta encontrarla”. No quiere liebre por gato. Quiere a Sasha.

En casa, Sasha estaba acostumbrada a comer Prescriptil Dict C/D Feline — se compra la bolsa de 1.8 kilos a 45 soles— y Fancy Feast, un combinado de carne y pescado que se ofrece en presentaciones semejantes al tarro pequeño de leche. 

Por estos días a David Tam no le preocupa qué cosa está comiendo su mascota, sino qué no está comiendo. “Yo creo que ella no está en casa, sino en la calle”, cree.

Siete vidas

El portal 4patas.com avala que las mascotas nos hacen mejores personas porque, entre otras cosas, a) ayudan a los niños a ser responsables, contribuyen a que aprendan valores como el respeto a la vida, la amistad, el amor a los animales; b) disminuyen los sentimientos de soledad, porque tener a alguien que siempre espera en casa provoca que las personas se sientan más seguras, confiadas y protegidas; c) otorgan buen humor; d) obligan hacer ejercicios, porque necesitan salir a caminar, correr; e) suben la autoestima, porque las atenciones que demandan reducen el tiempo de inacción y hacen que la persona sea útil; y e) eliminan el estrés. 

Un estudio muestra que quienes viven con una mascota poseen un estado de ánimo más alto y periodos menores de depresión, en comparación con los que no tienen. 

Pero no contaban con que los trabajadores de la aerolínea se olvidaran de sacar de la bodega a la gata y el avión despegó del Aeropuerto Carlos Martínez de Pinillos con destino a Tumbes con Sasha a bordo. Después de cuatro horas de angustia, la aeronave volvió a aterrizar en Huanchaco y esta vez sí dejó a Sasha con sus dueños. 

“Al adoptar un animal se despierta el instinto biofílico del ser humano, que es el amor puro y espontáneo hacia la naturaleza”, sostiene la sicóloga Jimena Marcos.

Aunque no lo ha dicho explícitamente, es tácito que todas estas gracias y algunos beneficios más provocaba Sasha en la familia de David. 

Las ventajas exclusivas de tener un gato como mascota son muchas, entre ellas: pueden vivir sin ningún problema en una casa o en un departamento, son más limpios y silenciosos que los perros, se le puede castrar a la hembra y al macho, etc. Ah, y son tan inteligentes que aprenden a utilizar el inodoro. Hasta jalan la palanca. 

“Pero el gato cuando lo llamas si quiere te hace caso. En cambio, al perro lo silbas y está a tu lado”, dice David, como el padre que reconoce en voz alta los defectos del hijo. 

El filósofo Umberto Eco tiene razón cuando afirma que adora a los gatos porque son de las pocas criaturas que no se dejan explotar por sus dueños.

Gato en casa

No se sabe exactamente cuál fue la primera cultura en domesticar a los gatos, aunque siempre se ha asociado a los egipcios con esa tarea. Se cree que la razón por la que lo hicieron fue con el fin de mantener a las ratas y ratones fuera de los graneros. Para los egipcios eran animales sagrados y, como tales, el castigo por matar a uno de estos era la muerte. La diosa Bastet fue representada con cabeza de gato.

En la Edad Media se pensaba que eran familiares de las brujas Se los quemaba vivos o se los tiraba desde lo alto de las construcciones durante las festividades. 

En el mundo occidental es común la creencia de asociar al gato negro con la mala suerte. Para los supersticiosos que se cruce un gato negro en forma súbita es augurio de infortunios. Felizmente, Sasha es blanca y, al menos por estos días de vagabunda, no será vista como un heraldo de desgracias, sino como una felina que da pena.

Esta es la segunda vez que la gata de David Tam se pierde en Trujillo. La primera fue en Navidad del 2006. Estuvo fuera de casa cinco días. Ahora van unas 360 horas de ausencia y, cada vez, la desesperación aumenta, la esperanza se socava y la resignación toca la puerta. “La esperanza es lo último que se pierde y vamos a buscarla hasta el final”, contesta David. El último aviso que publicó en La Industria y Satélite ofrece 100 dólares de recompensa.


*Texto publicado originariamente en febrero del 2008 en el diario La Industria.

César Clavijo Arraiza
César Clavijo Arraiza
Nació en un desierto frente al mar, donde solo crecen árboles de algarrobos. Dice que le gustan todas las frutas, pero en los últimos meses se ha decantado por el pepino, de origen andino; pero con una mala fama: se cree que si se consume después de beber licor puede causar la muerte. Periodista, escritor, docente, padre y esposo. Es torpe con la pelota, pero ama jugar fútbol. En el 2018 publicó "Tercera persona" y ahora está a punto de terminar un doctorado en comunicaciones.