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Padre, docente y agricultor: de la orfandad, las clases de inglés y los frutos amados

Estaba a punto de viajar a Estados Unidos para formarse como profesor de un idioma extranjero; pero la muerte de sus padres desencadenó cambios profundos en su vida.

Escribe Sandy Valeria Crespo Carrasco

Su hogar, el campo y los salones de clase se han convertido en el refugio del piurano y docente de inglés Martín Sosa García, luego de perder a sus dos padres: Genaro Sosa Sernaqué y María García Navarro.

Sus progenitores hicieron de la parcela el sostén de su familia, conformada por once integrantes hasta octubre de 1981, año en que el destino evitó que regresen a casa, después de un largo día de trabajo en el campo. Murieron en un accidente automovilístico. En esos años las carreteras no estaban asfaltadas. Las tragedias ocurrían con más frecuencia.

Los golpes de la vida

“Nunca pensé quedarme huérfano. Aquellos que tienen a sus familiares luchando en la cama de un hospital, al menos tienen las esperanzas de que se recuperen, y volver a tenerlos en casa. Yo no. A pesar de ser adulto y de ser padre, necesito de mis papás al igual que un niño”.

Martín, de 18 años, y se encontraba en Lima preparándose con el objetivo de rendir un examen y viajar a Estados Unidos para estudiar. Dominaba, desde entonces, el inglés, así que el idioma no iba a impedir su salida del país; pero lo que sí truncó su sueño fue la muerte de sus padres. 

En esos años las carreteras no estaban asfaltadas. Las tragedias ocurrían con más frecuencia

Y aunque su tía materna quedó cargo de sus hermanos, él no quería dejarlos solos. Tampoco podía abandonar la chacra que sus padres habían levantado a base de muchos años de esfuerzo, y que no solo los alimentaba, sino también pagaba los estudios de todos.

La edad no es sinónimo de madurez

Sin ser el mayor de la familia, demostró su madurez como si fuese el primero. El dolor de haber perdido a sus padres era enorme, pero así de grande también eran sus ganas de que ellos vean desde arriba, que tanto él como sus hermanos (en total 9) no descansarían hasta convertirse todos en profesionales. 

Y así lo fue. Unos estudiaron en Piura, y otros en Lima, como él que se graduó de docente de inglés en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Como profesional hecho y derecho regresó a su tierra.

Martín Sosa debió tomar decisiones drásticas cuando fallecieron sus padres. (Foto: archivo familiar)
Martín Sosa debió tomar decisiones drásticas cuando fallecieron sus padres. (Foto: archivo familiar)

Y es que siempre hay tiempo para todo, y más cuando se trata de mantener viva la herencia de sus padres. Así que su carrera no lo obligó a retirarse del mundo de la agricultura. Entre él y sus hermanos siguieron distribuyéndose las labores, tal como lo habían hecho desde que sus padres faltaron.

 Martín era el encargado de dividir el trabajo y de administrar el dinero. Todos los años separa de las ganancias una cantidad para celebrar la misa de sus progenitores. El resto es distribuido en partes iguales.

Como son los padres son los hijos

“Hago lo que papá me enseño. Soy justo, trato a todos con respeto, soy agradecido con los demás, y si quiero algo, lucho por obtenerlo”. Aplica también en el amor. Ese sentimiento que nació en Martín cuando conoció a Any Castillo Sánchez.

No se rindió hasta convertirla en su esposa y madre de sus hijas: Valeria y Wendy. La primera, egresada de Administración de Empresas, y la segunda; docente de inglés como su padre.

Hablar de ellas es un honor para Martín. Se siente feliz y orgulloso de las hijas que ha formado junto a su esposa: “Me convertí en padre a los 28 años, fue uno de los días más felices de mi vida. Ocho años después fui padre por segunda vez.  No hay duda de que no hay mejor regalo que ellas”.

Para Martín, económicamente no fue fácil sostener una familia. Tuvo que trabajar el doble, pero a pesar de ello, considera que ser padre no solo implica darles dinero para alimentarlas, vestirlas y educarlas. Ser padre va más allá de eso. 

 Martín era el encargado de dividir el trabajo y de administrar el dinero. Todos los años separa de las ganancias una cantidad para celebrar la misa de sus progenitores. El resto es distribuido en partes iguales.

“El tiempo, el amor y los valores son la herencia más grande que se le puede dejar a sus retoños”. Ellos lo replicarán más tarde”. Así como sus padres cuidaron de él, Martín protege a sus hijas, y espera que ellas sean igual de correspondidas.

Docente y agricultor

Ahora tiene 58 años, 24 de estos ejerciendo como docente en su especialidad. Inició en el colegio de las Fuerzas Armadas Samuel Ordoñez, en Piura, y actualmente labora en el Colegio de Alto Rendimiento (COAR). Lleva ocho años aquí. 

También dicta clases en la Universidad Tecnológica del Perú (UTP). Trabaja de lunes a viernes. Los fines de semana se ocupa de su parcela, ubicada en San Lorenzo (Tambogrande). Vive en Castilla, Piura. Le toma una hora y media llegar hasta ahí.

Martín Sosa a formando una familias de la cual se siente orgulloso y amado. (Foto: archivo familiar). Día del Padre
Martín Sosa a formando una familias de la cual se siente orgulloso y amado. (Foto: archivo familiar).

Martín dice que no hay nada mejor que trabajar en lo que se ama. Y él ama enseñar inglés y cultivar el campo. Está produciendo mango y melón. Está muy feliz.

Día del padre

Las fechas especiales lo ponen sensible porque es cuando más recuerda a sus padres y las actividades que solían hacer por esos días juntos. Siempre se organizaban y celebraban. 

Cuando ellos murieron, todo fue distinto. Pasaron de festejar en casa a visitar sus tumbas. Antes lo hacía con sus hermanos y con la tía que cuidó de ellos. Ahora lo hace con sus hijas y con su esposa.

“Estoy contento del amor que me dan”. Pero en primer lugar está su padre, así que antes pasarán por el cementerio a coronarlo.