Para ser un buen locutor no se necesita tener una buena voz. Tres pesos pesados, tres maestros del micrófono, quienes han dedicado muchos años de su vida a trabajar con su voz, rompen con el mito.🎙️. Al unísono, en el Día del Locutor, niegan ese paradigma.
“Nada que ver. Por ejemplo, yo tengo una mala voz,”, reconoce Julio Osmer Puycan, una de las voces más emblemáticas en los diales trujillanos. Da la sensación de que su expresión es un arrebato de humildad de alguien que ha servido de ejemplo para los locutores contemporáneos. “El orgullo nos hace artificiales y la humildad nos hace reales.”, acuña el escritor y monje Thomas Merton.
“Se necesita tener ganas de comunicar, de contar algo y hacerlo bien”, recomienda un hiperactivo Vicente Sánchez, otro de los tótems de la locución liberteña, quien no solo habla con la voz, sino con todo su cuerpo.
“Nada que ver. Por ejemplo, yo tengo una mala voz,”, reconoce Julio Osmer Puycan, una de las voces más emblemáticas en los diales trujillanos. Da la sensación de que su expresión es un arrebato de humildad
Más tranquilo, pero no por ello menos emocionado, Freddy Bardales Uriarte remata las explicaciones de sus colegas, las cuales intentan acabar con el mito buena voz-buen locutor. “El locutor tiene que tener su estilo”, dice con precisión, quien ahora se dedica a enseñar Matemática a escolares.
Los tres se han reunido en la cabina de Radio Ozono para recordar viejos y buenos tiempos. Como cada año, en el Día del Locutor en el Perú, ellos azuzan su pasado, afinan sus cuerdas vocales y agarran los micrófonos. Les dicen ‘los 80’, por la década en la que empezaron en el oficio. Es inevitable no relacionarlos con la banda criminal. Su colega que los presenta lo hacen y todos ríen.
Mujeres al micrófono
Radio Rumba está emitiendo el programa matinal Aquí mandan las mujeres, pero en los estudios de la emisora no hay señales de vida. Sin embargo, es una simple corazonada. Basta llamar un par de veces a la puerta de una de las oficinas de San Martín 483, en pleno centro de Trujillo, para que aparezca Katia Hilario Becerra, 20 años.
Está sola. El feriado se llevó a sus compañeros. No tiene autorización para dejar ingresar visitas. Atiende a extraños y a periodistas —que es casi lo mismo— detrás de la reja de seguridad.
Katia tiene doble motivo de festejo. Ayer celebró el Día del Locutor y el martes dos años ininterrumpidos de actividad detrás de los micrófonos. Un día escuchó que una radio abrió un taller de locución y se presentó. Fue una de las mejores alumnas y desde entonces no ha parado hasta tener en marzo, según ella, el programa más escuchado de la tarde en las radios trujillanas —Haciendo hora— y luego el más sintonizado por la mañana —Aquí mandan las mujeres—. “Este ha sido mi año”, resalta y posa como si le fueran a tomar una fotografía.
Katia tiene doble motivo de festejo. Ayer celebró el Día del Locutor y el martes dos años ininterrumpidos de actividad detrás de los micrófonos. Un día escuchó que una radio abrió un taller de locución y se presentó.
La música que programó está a punto de concluir. Corre a la cabina con sus sandalias, pantalón celeste y blusa negra.
“No se me ponga nerviosa, mi reina. Hoy es feriado y se está achorando jajaja. No ha cocinado rápido. Después va venir el típico esposo machista. ‘oye, mi comida’. jajaja”.
Luego de disparar una ráfaga de su verbo florido delante del micrófono, lanza una cumbia de Papillon “el del rico vacilón” y regresa con una sonrisa de oreja a oreja. Le gusta trabajar en la radio porque es el camino más adecuado —según ella— para satisfacer su gusto por la conversación y porque “soy muy extrovertida”.
Katia tiene una manera particular de decir las cosas. Tiene chispa. Es de las personas que hasta las cosas más serias y complicadas las dice con gracia, como cuando se refiere al padre de su hijo. “A mí me dejaron. No; yo lo dejé primero, los ja, ja, ja, y después me abandonaron”, dice, quien a los 16 años alumbró a su primer y único hijo.
La historia de la radio es un lío. La ciencia, por ejemplo, no se pone de acuerdo sobre la paternidad del aparato transmisor. Nikola Tesla, Guillermo Marconi y hasta el español Julio Cervera Baviera reclaman la autoría. En lo que no hay duda es que la radio está más cerca de la gente. Ningún otro medio de comunicación ha dimensionado la intimidad, el tú a tú, con el oyente. Katia materializa esa característica. El tema de Papillon está a punto de terminar y pega la vuelta a la cabina. “Mi reina, cómo va ese almuerzo. Uyy, hasta acá huele”, dice al aire.
Hasta comadre
La cabina de Ozono se ha convertido en un espacio para el encuentro de viejos amigos, y cuando esto ocurre, las carcajadas, la chacota y el laberinto emergen.
Vicente Sánchez, actual decano de la Facultad de Derecho de una universidad local, y Freddy Bardales presentan música como en sus mejores tiempos. Casi todos son temas en inglés; pero, también, hay espacio para las baladas, como Te necesito de Beto Danelli, el papá de la mediática Sandra Muente. “Antes de Lima, ese tema pegó acá, en Trujillo”, interrumpe con voz de catedrático Julio Osmer.
Diego Benites, un joven locutor, los mira. Perdón, los contempla con la humildad y admiración de quien ve a sus ídolos. Da la sensación de que está en una clase magistral. “Todos somos aprendices de un arte en el cual nunca nadie se convierte en un maestro”, escribió Ernest Hemingway. Diego empezó con los micrófonos en el 2005 y en la actualidad, además es productor de eventos y de espacios televisivos.
Los pesos pesados empiezan a hablar de la relación que se llega a entablar con los oyentes. Amistad es la primera palabra que brota cuando abordan este tema. “Con algunos de ellos hemos llegado a ser amigos, hasta ahora”, resalta Vicente Sánchez.
Julio Osmer dice que la mejor satisfacción de los oyentes es cuando uno de ellos se convierte en su colega. “Cuando hemos hecho convocatorias, hemos encontrado formando fila a los oyentes y después de la selección, alguno de ellos se ha convertido en compañeros de trabajo”, recuerda.
Quien sí ha llegado lejos —muy lejos— con los radioescuchas es Katia Hilario Becerra, del programa Aquí mandas las mujeres. Muchos de sus seguidores se han convertido en sus amigos y una de ellas hasta es su comadre. “Me hizo bautizar a su hija, ja, ja, ja. Me enganchó”, cuenta con su gracia particular.
¿Por qué el Día del Locutor?
El primer locutor en la historia de la humanidad es el ángel Gabriel, aquel que le anunció a María, la buena nueva de la llegada de Jesús, el hijo de Dios. Esta aparición, conocida en el mundo católico como el Día de la Inmaculada Concepción, es considerada como el primer acto comunicativo, razón suficiente para que, en el Perú, se asuma como referencia para rendirles homenaje a los locutores.
En La Libertad no existe una institución que reúna a estos trabajadores. En Lima y otras ciudades, como Arequipa, tiene presencia la Asociación de Locutores del Perú.
Muchos de sus seguidores se han convertido en sus amigos y una de ellas hasta es su comadre. “Me hizo bautizar a su hija, ja, ja, ja. Me enganchó”, cuenta con su gracia particular
“Acá hay mucha maleta, mucha envidia”, dice, tras la reja, Katia Hilario Becerra, para justificar que no se reunirá con sus colegas de otras radios para festejar su día. Sólo saldrá a comer con sus compañeros de trabajo.
En Ozono, Vicente Sánchez advierte la desunión que existe en su gremio. “En radio sucede lo que dijo Jorge Basadre: ‘existe un espíritu de facción en los peruanos’. Yo tengo mi grupo y quiero que siga así”, reflexiona. Agrega que el gran reto es “integrarnos para desde allí luchar por mejorar las condiciones labores, que por cierto son precarias”, dice como un abogado de causas perdidas.
Este texto fue publicado en el 2018 en el libro Tercera persona de autoría de César Clavijo Arraiza.