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Día de la Canción Criolla: 6 historias de amor, engaño, persecuciones, sangre, consagración y virtuosismo

¿Es cierto que el verdadero nombre de Eva Ayllón fue inspirado en un amor clandestino? ¿Quiénes son las seis grandes del criollismo? ¿Augusto Polo Campos dejó escapar a un político sedicioso? ¿Cómo conoció Susana Baca a David Byrne? ¿Los Vásquez son una familia criolla o criollaza? ¿Quién fue el militar de clase alta que se convirtió en un jaranista? Acompáñame a explorar seis historias poco conocidas sobre los mayores referentes de la canción criolla. 

Le dije a papá: ¡yo quiero cantar!

Cuadra 19 de la calle José Galvez (Lince), Quinta San José. Finales de los años 50. Carlos Ayllón y Renne Urbina partían hacia una iglesia. Allí, bautizaron a su primera hija, María Angélica Ayllón Urbina. El santuario católico era un campo de batalla. El nombre de la niña era el nombre de la amante de Carlos Ayllón. Golpes e insultos invadieron al padre.

Aquella infante que lloraba en su bautizo, se convertiría en la máxima diva del criollismo. Eva Ayllón tomó el nombre de su abuela, Eva García, su “Dios”; la mujer que la educó cuando sus padres escaparon de su labor por pasiones efímeras.

Abandono, intento de violación a los 11 años, embarazo adolescente, exclusión social, muerte prematura. La traición de la gente cruel y despiadada le demostró que en la vida todo es amor, pero nada lo es. De su dolor, sacó las manos y los pies para pintar un mosaico de festejos y malos pasos. 

A sus 21 años le confesó a su padre que sería una cantante profesional. Una bofetada interrumpió su desahogo. Don Carlos Ayllón se negaba a ese destino. Temía que su hija se hechizara por las jaranas inacabables y los tragos rancios. Él no se equivocaba, pero la “negra presuntuosa” —como ella lo aceptó— era sabia. Su voz tenía que conquistar no solo al Perú, sino al mundo.  

Eva Ayllón tiene medio siglo de carrera artística. En su salón laureado posan: Gaviota de Plata del Festival de Viña del Mar, Premio Luces y Premio APDAYC por mejor artista criollo, Premio ARPA, Orden al Mérito de la Mujer, Grammy a la excelencia musical y 12 nominaciones a este prestigioso evento.

“Si tú quieres indagar mi vida, escucha mis temas. Yo no canto nada que no haya vivido”, declaró para un reportaje del dominical Día D (ATV).   

Las seis grandes del criollismo

Según el escritor Eloy Jáuregui, en 1952, existían 56 cantantes mujeres que componían e interpretaban valses, boleros y pasillos en las principales radios limeñas. Esa presencia femenina se volvió popular entre los peruanos que coleccionaban cancioneros para enterarse de las últimas canciones del criollismo. 

En 1970, las cantautoras Alicia Lizárraga (cuzqueña), Eloísa Ángulo (chalaca), Jesús Vásquez (limeña), Delia Vallejos (chalaca) y Esther Granados (limeña) se reunieron para un proyecto discográfico. ¿La misión? Lograr que este género sea un tatuaje de la identidad peruana.

El grupo de amigas fue conocido como las Cinco Grandes del Criollismo. El génesis del nombre es asunto de periodistas y biógrafos. Así que nos haremos cargo. Pepe Torres, célebre guitarrista, narra que Augusto Polo Campos las presentó con ese título en una de sus primeras presentaciones en los teatros de la época.

Por otro lado, Eleazar Valverde, estudioso de música criolla, cuenta que fue una decisión del público asistente al primer evento que las reunió como delantera musical. Otra versión apunta a que José Lázaro Tello, el Animador de las Multitudes, propuso esta iniciativa cuando era locutor en radio Victoria e invitaba a diversos artistas.

Fue Mario Cavagnaro, director del sello Industrial Sono Radio, quien produjo el disco de la agrupación y lo distribuyó con una portada que mostraba en plano conjunto al quinteto.

Los reconocimientos tardaron hasta 1987. El gobierno de Alan García firmó la resolución presidencial que las denominaba, de modo oficial, como las ‘Seis grandes del criollismo’. Se sumó la cantante Teresa Velásquez, conocida como la Emperatriz de la canción criolla.

Pero sus obras prolíficas no solo son parte de la música costera, también se desempeñaron como modelos, actrices y protagonistas de spots publicitarios. De esta manera, sus voces llegaron a más industrias. Se forjó un vasto repertorio, liderado por versátiles damas.

Entre sol y sombra (1971)

Para que la jarana siga firme

deben estar entre sol y sombra

con Cervantes y Picasso

para bailar todos en gran forma…

Disco: las Seis grandes del criollismo.

Intérprete: Alicia Lizárraga.

Autor: Alcides Carreño.

Canción Criolla: misión de Polo Campos

Augusto Armando Polo Campos, leyenda de la canción criolla, fue un poeta extraviado. De su misterioso ingenio se respiraba al Perú que resiste.

A ese país embarazado de héroes y tristezas. Pero este maravilloso don, no solo vivía en sus versos; sino, también, en misiones policiales.

En la década de los cincuenta, el compositor ayacuchano era miembro de la, deshabilitada, Policía de Investigaciones del Perú (PIP).

Sin embargo, su relación con la música nunca se divorció. En dicho periodo, escribe hits como La jarana de Colón o Romance en La Parada para el dúo los Troveros Criollos.

Augusto Polo Campos. Foto Radio Panamericana.
Foto Radio Panamericana.

En 1960, compuso Cuando llora mi guitarra, en homenaje a Óscar Avilés. Este sencillo fue su “trampolín a la fama” para alcanzar una gran curiosidad en la reciente televisión. Tres años después, ganó el Tercer Festival Cristal de la Canción Criolla. Aún era auxiliar de la PIP. 

En este concurso recibió treinta mil soles por la canción Limeña, interpretada por la enarbolada Edith Barr.

Sus rostros estaban en las portadas de todos los diarios del país. Probablemente, este fue el momento donde el creador de Contigo, Perú confirmó que su vocación pertenecía a la bohemia criolla. Así lo decidió. Pidió su pase al retiro.

A mediados de los cincuenta, en un callejón de la Prefectura, el detective Polo Campos persiguió y redujo a Armando ‘Zapatón’ Villanueva. El político aprista era enemigo público y había retornado al Perú de forma encubierta.  

“Yo no soy soplón, Armando. Aprovecha y escápate”, sentenció el cantautor. 

Dos encuentros de Maria Landó

David Byrne, líder de la mítica banda Talking Heads, observó una grabación que mostraba a Susana Baca, exponente de música afroperuana, cantando el tema Maria Landó. La producción estuvo a cargo del videasta argentino Bernardo Palomo.

El músico británico, ganador de un Premio Óscar por mejor banda sonora del film El emperador, llevaba clases de español, dictadas por dicho especialista.

La metodología era aprender el idioma mediante piezas artísticas (coros, poesías, cuentos, etc.) para lograr una mayor interacción en sus talleres latinoamericanos.

Byrne se impactó por la jocosa melodía y los movimientos levitantes de la intérprete. Así que decidió conocerla. Susana Baca recuerda esa reunión como una experiencia divertida y súbita, debido a que no había escuchado los ritmos del artista europeo. 

Susana Baca. Día de la Canción Criolla.

En 1995, el sello Luaka Pop, propiedad del cantante, difundió el álbum El alma del Perú negro. Un trabajo que recopiló sus mejores temas y la posicionó como una figura internacional del criollismo.

En su meritoria trayectoria ha colaborado con Fito Páez, Natalia Lafourcade, Mercedes Sosa, Pedro Aznar, Gilberto Gil, Jaze, Aterciopelados, Calle 13, entre muchos más.

Con este último grupo, colaboró en el emblemático tema Latinoamérica. En el 2011, ganó su segundo Premio Grammy en la categoría de Grabación del Año por dicha canción. Actualmente, tiene tres premios de la reconocida academia.

El encuentro con el vocalista René Pérez fue en un concierto en los Ángeles, California. Baca invitó al rapero para que compartan escenario y él le propuso que sea parte de su álbum Entre los que quieran.

La compositora nunca ha rehuido al polémico momento de la fusión. La mezcla de sonidos entre continentes es una oportunidad para cultivar el camino intercultural que siempre la ha acompañado. En su nido musical toma inspiración de King Crimson, Billie Holiday, Carmen Mc Rae y The Beatles.

Susana Baca firmaría la frase que imparte el rapero Wos en la final de la Red Bull Internacional: “Acá no importa el género, sino lo que genera” (2018).

Criollo no… ¡Criollazo!

Hay un hombre que consiguió que la tradición criolla sea parte del núcleo familiar. Porfirio Vásquez fue un afroperuano de notable trayectoria en casi todas las actividades culturales de esta comunidad.

A los 20 años, el Patriarca de la Música Negra, oriundo de Aucallama (Huaral), viajó a Lima y consiguió un empleo en un canódromo hasta los 43 años. Aunque era una persona proba para sus tareas laborales, no renunció a la guitarra, el cajón, el baile y las décimas (poesía lisonjera de origen europeo).

Era un talento de pura cepa. El peruano polifacético era admirado por un joven Nicomedes Santa Cruz. Los primeros versos del futuro decimista fueron dedicados a su maestro en un escrito titulado  A don Porfirio Vásquez:

¡Criollo, no: ¡Criollazo!

Canta en el tono que rasques.

Le llaman “El Amigazo”,

Su nombre: ¡Porfirio Vásquez!

Entre sus compañeros de tarima están Eduardo Márquez (compositor), Óscar Avilés (guitarrista y cantautor), los hermanos Augusto y Elías Ascues (intérpretes de marinera) y Juanito Criado (cantautor).

Además, no solo se abocó a escribir festejos, sino también polcas, panalivios y marineras. Posteriormente, fue contratado para enseñar los cursos de danza en zonas residenciales de la capital.

El mayor valor cultural del Amigazo fue el aprendizaje de sus ocho hijos en los diversos elementos que conforman su cultura.

Según Marilú Loncharich —esposa de Abelardo Vásquez, hijo del aucallamino—, el zapateo, el dominio de la guitarra y el canto de marinera fueron las principales lecciones.

“Para los conocedores, señores, somos los Vásquez y aquí, como en todas partes, somos los Vásquez, señores”, coreaba la familia para presentarse. 

El infiltrado

Alejandro Ayarza Morales fue un militar limeño de clase alta nacido en 1884. Sin embargo, su cercanía con los barrios de estrechos callejones, lo hicieron un extraordinario jaranista de la vieja guardia que, usualmente, la conformaban obreros y artesanos.

A principios del siglo XX, la élite capitalina entendía a la música criolla como un producto original de los sectores bajos. Escucharla o bailarla era descender de estrato. Los miembros que participaban en estas celebraciones durante tres días o más eran estigmatizados como amenazas para su reproducción social.

Jorge Basadre narra que, entre 1910 y 1912, las pocas familias adineradas que acudían al teatro Victoria para ver los espectáculos organizados por Ayarza, mostraban gestos de incomodidad.

En aquellos años, Karamanduka, como apodaron al nuevo criollo, ocasionó un escándalo fiestero en una casa ubicada en la Plazuela de Monserrate (Centro Histórico de Lima).

Por tal hecho, él y sus amigos acabaron recluidos en la comisaría del sector. Solo tenían una salida para librarse de los barrotes: componer un vals en una hora. Así nació la inolvidable canción La Palizada.

La figura del futuro Mayor de Caballería es bastante discutida por autores del gremio. Algunos, como el antropólogo Carlos Leyva, lo consideran el responsable del uso del vals criollo como ritmo tocado por agrupaciones aristocráticas.

El político y compositor Abelardo Gamarra define a la familia Ayarza como la “mafia siciliana”.

La crema y nata de Alejandro Ayarza era díscola, irreverente y avispada. Si eran invitados a la jarana, estaba asegurado el rompe y raja. Debido a este comportamiento alejado de los altos copetes, se le atribuye el segundo significado de “criollo” como peruano oportunista y sinvergüenza.   

Estas anécdotas retratan un mensaje demasiado humano sobre los rostros criollos que observamos en restaurantes, museos y murales citadinos.

Los protagonistas desafiaron y desafían a un país temeroso de su propio arte. La música negra es un pálpito que le recuerda al Perú su arsenal de historias reivindicativas. Esas mismas historias que merece conocer un mundo que también es negro.    

Escribe Johan Fiestas Chunga

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