Antes de que el gobierno de Martín Vizcarra Cornejo declarara en estado de emergencia sanitaria al Perú, la covid-19 se venía expandiendo cual plaga y algunos países ya estaban en cuarentena total. Muchos peruanos veían en ese entonces al virus como algo lejano, imposible de llegar a nuestro asolado territorio con uno de los peores sistemas de salud. Pero los especialistas decían que tarde o temprano el virus llegaría a tierras peruanas y así fue.
El 6 de marzo del 2020, el expresidente Martín Vizcarra confirmó el primer caso de coronavirus en nuestro país y el 15 del mismo mes el gobierno peruano decretó el estado de emergencia nacional y aislamiento social obligatorio en todo el territorio peruano. Entonces supimos que el virus estaba entre nosotros. Un virus completamente desconocido y nadie sabía cómo actuar frente a esto y en pocos meses tuvo a nuestro sistema de salud colapsado.
Fue entonces cuando el miedo llegó. Esto iría creciendo cuando la gente comenzaba a morir en las calles, en los hospitales, cuando el oxígeno se escaseaba. De todo esto, obviamente los más perjudicados fueron los pobres. Como siempre dicen “cuando algo malo pasa en el Perú el pueblo paga siempre el pato”. Y entonces miedo y pobreza se juntaron y acataron como una ametralladora de fuego.
Empezamos a ver en las calles escenas nunca antes vistas, personas que parecían a ver salido de otro planeta con unos trajes que daban la apariencia de astronautas. Al menos ellos tenían eso; sin embargo, había otros, ‘Los nadies’ de Eduardo Galeano, que no tenían nada y tenían que ingeniarse, agarrase de lo que podían, de lo que había para protegerse del mortal virus. Mujeres y hombres, ante el precio excesivo de implementos de bioseguridad, optaron por crearse, sus propias mascarillas, sus propios protectores faciales de botellas de bolsas de plástico.