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BoJack Horseman: el buen y torpe caballo-hombre

Puede que no sea casualidad, pero durante varias semanas me salta contenido de una de las mejores series que vi (ojo, dije, mejores series en general, no solo animadas) porque sí es una animación.

BoJack Horseman (Raphael Bob-Waksberg y Lisa Hanawalt; 2014 – 2020) transcurre en un mundo donde humanos y animales de apariencia humanoide conviven como si de nuestra realidad se tratase.

Allí mora nuestro protagonista, un caballo-hombre comediante que protagonizó una serie exitosa mucho tiempo atrás y trata de reconstruirse; pero está lleno de traumas y vicios; es un gran perdedor que no acepta responsabilidades y culpa a los demás de su desastrosa vida.

Es una serie muy profunda, con un humor ácido, con personajes demasiado tóxicos que dan vueltas alrededor de BoJack, quien, terco como es, no alcanza a conectarse con nadie o cuando parece lograrlo vuelve a meter la pata otra vez y en grande.

Está lleno de traumas y vicios; es un gran perdedor que no acepta responsabilidades y culpa a los demás de su desastrosa vida.

Sus traumas son reales. Su familia, infancia, amigos, etc., fueron formando su ser, pero él debería aceptar estos fallos y tratar de corregirlos.

Sus relaciones por lo general son dañinas por más tiernas que puedan verse. Nadie lo soporta o por lo menos eso cree él. Sus experiencias son un desperdicio de vida, de una vida que le da todas las oportunidades para salir adelante, si se aceptase de verdad.

Sus amigos, también son seres dañados que van creciendo y algunos aprendiendo en el camino, aunque muchos de ellos resultan tan o más autodestructivos que él.

Puede parecer una serie depresiva, pero no llega a ese nivel, más bien, a través de las bromas, situaciones graciosas o irreales, nos invita  a la reflexión sobre varios aspectos, como la paternidad (desde muy diversos aspectos), responsabilidades, sexualidad o hasta el uso de inteligencia artificial para la construcción de productos audiovisuales.

BoJack Horseman

No nos olvidemos de que estamos hablando de una animación, lo cual no resta impacto, todo lo contrario hace digerible lo que vamos viendo.

La música, las voces, el dibujo; pero, en especial, el desarrollo de los personajes logran que esta producción se sienta corta (sus seis temporadas fueron pensadas para llevarlas hacia el final que vemos, sin que los productores pretendan alargar hasta el hastío), muy entretenida y conmovedora.

Con una animación que juega entre lo tradicional y, por momentos, experimenta con la historia, lo que transforma ese simple contenido en algo más trascendental.

Temáticas adultas, serias, profundas, muy buen guion, construcción y desarrollo de personajes más que creíbles (llegamos a empatizar y odiar a algunos personajes y, muchas veces, al protagonista), con un cierre extraordinario, que nos deja con ese saborcito agridulce por lo que le espera a BoJack en su futuro, matizado con la canción Mr. Blue de Catherine Feeny. La escena en una verdadera joya.

No nos olvidemos de que estamos hablando de una animación, lo cual no resta impacto, todo lo contrario hace digerible lo que vamos viendo.

No se arrepentirán de buscarla y verla en Netflix, les aseguro que, si se enganchan en el primer capítulo, la disfrutarán y sus seis temporadas les parecerán muy cortas.

Ojo, hace años debimos darnos cuenta de que la animación no es un formato para niños y que temas fuertes, que toquen fibras sensibles de nuestro ser, no encuentran mejor manera de ser representadas; por eso descubran y disfruten del tonto de BoJack Horseman.

Federico Sabana Vega
Federico Sabana Vega
(Chicama, 1980) Maestro en Educación, con estudios de Doctorado en Comunicación Social, docente universitario, cinéfilo en rehabilitación, seriéfilo por decisión, adicto a la cultura friki, promotor y realizador de eventos culturales. Organizador, gestor y promotor del Trujillo Cómic.