Confieso que mi afición por este personaje es muy reciente, demasiado diría yo, pero pasó de afición a pasión, y bueno, como muchas cosas que suelen no explicarse del todo, trataré de armar una historia coherente para explicar (me) este peculiar viaje que acompaña mis días y que siempre es pregunta infaltable sobre el porqué, cómo y cuándo nació todo esto. Voy.
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Recuerdo que lo primero que llegó a mí de Batman fueron sus películas. Para ser exactos, la película de Tim Burton: Batman (1989). Sería equívoco decir en qué año la vi, si fue en Lima o Trujillo, si fue solo o con mis hermanos, si a blanco y negro o a color, no podría precisarlo; pero sí llevaba en la memoria los sucesos, la historia, lo que en la película se dejaba contar.
Y recuerdo que por mucho tiempo la imagen en la memoria, sobre todo el hecho de que fuera el mafioso Jack Naiper, personaje que luego se convertiría en el Joker, quien matara a los padres de Bruce (lo cual no sucede en los cómics, aunque el personaje sí aparece en contadas historias).
Pero fue así el principio, un desconocimiento amplio, y aunque seguí disfrutando de sus aventuras, no me había enfrascado en la lectura de textos, de sus novelas gráficas, mas siempre sentí gran atracción desde aquella lejana vez, desde aquel silencioso primer encuentro.
Y eso nada tiene que ver conque me vistiera de negro en la adolescencia, ni que pintara mis cuadernos con témpera negra y le colocase imágenes tétricas, ni que gustara de la noche por así decirlo, o tal vez sí y no me di cuenta. ¡Qué será! Pero así en un principio, hasta que un viaje lo cambió todo, un viaje. Pero algo antes.
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Recuerdo que fue allá por los 2007 que empecé a disfrutar con más ganas las historias de este personaje. Primero soplándome casi todas las películas hechas hasta ese momento (quedándome en esta primera parte con Batman Returnsdel 92, que para mí es la más bravas de las bravas hasta antes de empezar el nuevo siglo; las de Schumacher no cuentan, aunque por ahí pasa la de Val Kilmer, pasa), como de las series animadas que siempre fueron la cereza del pastel en este universo que llamamos DC.
Y cómo no iba a ser así, si en ese mismo año los geniales Paul Dini y Bruce Timm se mandaron a hacer la que sería el principio y modelo para cualquier serie animada de superhéroes de calidad: la genial Batman. La serie animada, un antes y un después en lo que hasta ahora conocemos como buena animación norteamericana (ojo, el anime aquí no entra, ese es otro lote).
¿Y por qué? Porque fue la primera serie que se metió de lleno en analizar la psicología de los personajes, en contar una historia madura que atrapaba tanto a niños como adultos, con imágenes sombrías que ayudaban a reflejar el aire gótico y tétrico que la ciudad y los personajes transmitían, sin contar que se animaron a llevar a la pantalla chica muchas de las buenas historias que existían ya en las novelas gráficas.
Pero ese fue solo el inicio. Luego vendrían Batman Beyond (1999), The Batman (2004), Batman. The Brave and The Bold (2008-2011), sin contar las que lo incluían en series como La Liga de la Justicia (2001-2004) y La Liga de la Justicia Ilimitada (2004-2006), otras joyitas a tomar en cuenta. Y de las series, nos vamos a las películas. Vamos.
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Si hay un punto en el que DC siempre gana, es en el de sus películas animadas, y con las de Batman nunca ha tenido pierde (bueno, la de Batman Ninja de 2018, como que es una buena fumada de hachís, pero vale por la animación, vale). Tres joyas de la corona: Batman. La máscara del fantasma (1994), y las geniales adaptaciones de Batman. Under the red hood (2010) y Batman. The Dark Knight Returns (las dos partes de 2012-2013), siendo la primera, la del 94, una obra maestra, una exquisita delicia visual, una perfección en animación, con brillantes actuaciones de voz (grandes Kevin Conroy y Mark Hamill), sonido, historia, todo, es ¡BRAVAZA! Y punto.
Años después se iba gestando la grandiosa trilogía de Christopher Nolan, siendo The Dark Knight (2008) mi favorita; hablaremos de ella en otro momento. Y fue en aquel tiempo en el cual decidí (por mera casualidad, ¡ja!) inmiscuirme en el fascinante mundo de los cómics. Fue si no mal recuerdo en 2012, cuando fui invitado a un festival de poesía en el sur de Chile, que tuve el primer acercamiento lector con el murciélago de Gotham.
Recuerdo que de Arica, lugar donde se desarrollaba el festival, nos fuimos para Tacna, a dos horitas nomás, para presentar la antología de poesía por la cual se desarrollaba esta fiesta de poesía, época en la cual, por cierto, estaba en mi retiro espiritual, retiro en el cual durante un año no tomé ni fumé. ¡Y lo cumplí! Regreso.
La cosa es que yo salí del hospedaje con anticipación para ir a ver dónde quedaba el local en el que sería el recital, y de paso caminar para conocer la ciudad. En ese deambular entro en una librería, una de viejo, donde encuentras textos de segunda, nuevos y piratas. Cosa fabulosa para un amante de los libros que en cada ciudad, así sea muy pequeña, podamos encontrar estos espacios que suelen ser verdaderos paraísos, verdaderos templos silenciosos. En ese rebuscar, buscar, no saber, encuentro un libro con el título de portada Batman, título que pertenecía a una colección de Historia de los Cómics que había sacado el diario Clarín hacía algunos años.
Ojeo y hojeo el libro. “Historietas”, pienso, y “Puede ser, quién sabe”, y pregunto el precio, pido la rebaja de ley, llegamos a un acuerdo, y me llevo el libro. 2012, ahí empezó todo, ahí. No recuerdo todas las historias que estaban en el libro, pero sí la exquisitamente dibujada Batman. Scottish Connection, una de la serie Black and White dibujada por Eduardo Risso y con guión de Brian Azzarelo, y el primer número en el cual aparece el Joker.
Ese fue el principio de todo, mi acercamiento a los cómics, mi acercamiento al 9.º no arte, y sin saber cómo, pero con el paso de los años se me dio por empezar a coleccionar muchas cosas que tengan que ver con Batman, desde polos (casi todos tienen algo que ver con el murciélago), batimóviles, figuras de colección (aunque siempre suelen llamarlos “muñequitos”), funkos, cuadros, pósters, mucha mercadería de este tipo, y cómics, sobre todo eso: ¡un montonón de cómics!
Y, ojo, no solo en cuestión de trabajos donde los superhéroes son los protagonistas, no: para mí Batman fue el principio para conocer las joyitas que se han venido creando a lo largo de los años en este arte, dejando de lado el creer que “esto es solo para niños”, porque han evolucionado las temáticas, han evolucionado en demasía y eso es grato: ahora un lector de cómics no solo se divierte, sino que es invitado a reflexionar, a cuestionarse algunas cosas, cosas propias de la buena literatura, y en muchas novelas gráficas podemos encontrar ello. No citaré autores ni libros, queda en propio el descubrimiento. Y sigue.
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Han pasado casi nueve años desde aquel principio, y aunque he visitado sellos como Marvel (y me quedo con Daredevil, el más bravo de bravos), Dark Horse (¡Hellboy!), Image, Vértigo (aquí tengo varios que me gustan), el mismo DC, entre otros, y disfrutado de obras maduras e historias que no tienen que ver con superhéroes ni nada de ello, siempre me voy a quedar con este personaje, con Batman, que así pasen los años y los años, sigue gozando de muy buena salud y el cariño de todos sus fanáticos. Punto.