En un café, el gran crítico de arte Alfredo Alegría le dice al fotógrafo Omar Miñano que sería bueno hacer realidad la idea que a Omar le había nacido hace varios años: el primer salón de fotografía en Trujillo.
Luego, pasaron las nubes, los días y vendría Base Foto, aquella idea que consolidaron el fotógrafo y el crítico, y que podría considerarse un evento sin precedentes que reunió a 20 fotógrafos de diferentes partes del Perú para exponer sus trabajos en cinco galerías artísticas de Trujillo.
Pero Base Foto es algo más, es una enorme puerta que invita a pasar a la reflexión. O bien podría ser un enorme espejo que refleja la verdad en la que estamos metidos. O bien podría ser una especie de autobiografía de cada fotógrafo y que su propia vida es muy parecida a la de los espectadores.
Base Foto: un reencuentro artístico
—¿Por qué tu desmotivación entre el vínculo de la fotografía y la sociedad, en el sentido de tu pasión por enseñar?
—Tiene que ver con la pandemia, además de otros elementos, porque el haber visto que después de todo esto no hemos cambiado como sociedad ha desvanecido mis ganas por querer hacer cosas para otras personas.
—¿Entonces, lo de Base Foto podría considerarse una reconciliación con la sociedad?
—Una reconciliación con el compromiso de querer seguir educando, desde el hecho mismo de entender al otro y encontrar un espacio de diálogo en el que tanto fotógrafos como espectadores puedan dialogar a través de la imagen.
—La imagen habla mucho, pero me parece que antes dialogaba mucho más, ahora las imágenes son monologas.
—La fotografía fue ocupada por lo documental y al ser ocupada por lo documental, debido a la investigación que requiere y al sustento teórico, apunta a una sola línea. Lo cual no está mal, pero al ser ocupada en demasía, deja de lado a lo experimental, a lo artístico, y en sí el diálogo.
—En ese sentido Base Foto no apunta a una sola línea.
—Existen muchas prácticas fotográficas, desde el fotógrafo que registra eventos familiares hasta la del fotógrafo que dentro de su soledad registra su universo propio, y entre esos dos polos hay toda una serie de géneros fotográficos, y en ese sentido debemos consolidar estas múltiples miradas aceptándolas como tal, a medirlas como tal y a criticarlas como tal. Base Foto intenta unificar las distintas posturas, pensamientos, y formas de trabajar porque en ese conjunto de equipo se consolida lo potente que puede ser la imagen.
—Hablando de exposiciones fotográficos, me causa mucha curiosidad que la fotografía logra hacer perdurable un instante, una fracción de segundo o algún momento y que cuando esa imagen se expone al resto en una galería solo dura lo que dura la exposición, de alguna forma es perdurable y no lo es a la vez.
—Es la magia de la imagen que se convierte perpetua ante la mirada. Para que sea perdurable, tienen que continuar haciéndose este tipo de cosas. Y las instituciones tienen que continuar con la recepción en sus programas o exposiciones a la fotografía. Tiene que ser una constante.
—¿Y tú, tras de qué vas al momento de crear imágenes?
—Mi rol como fotógrafo. Tal vez sea porque mi inclinación a ser educador me lleva a buscar algo distinto para que a partir de lo que fotografío o presento pueda educar la mirada del otro, hablando de fotografía y de mi problemática con esta disciplina.
“Una ciudad adormecida”
—Y bajo tu mirada, ¿dónde dirías que estamos en lo fotográfico? Tanto por parte de los que la practican y de los espectadores.
—Por parte de los que hacen foto, se ha consolidado una unión, y por parte de la sociedad casi nada ha cambiado, somos una ciudad adormecida que da la espalda a la cultura, no pido que sea una sociedad que lo sepa todo, sino que demuestre un interés por ir a una sala, a un conversatorio o al teatro.
—Quizá la pregunta peque de banal, pero ¿qué siente el fotógrafo al desmontar su imagen de una galería?
—Es como un acto ritual, cuando uno coloca las imágenes en la galería, sigo creando porque cambio de lugar ciertas imágenes y con la convicción de que solté algo y me distanció de mi propio trabajo cerrando un ciclo, luego llega la exposición en sí y en ese compartir mi trabajo deja de pertenecerme. Ya no es mío, es del espectador y su interpretación. Pero al desmontar las fotos, ya no es mío, es algo que ya no me pertenece y existe un acto ritual, silencioso y misterioso. Es como vestir un muerto.
—Yo lo relaciono como la bajada del cuerpo de la cruz, de lo alto desciendo el cuerpo fotográfico. Y uno, como un dios, evalúa si las imágenes resucitarán o no en otra galería.
—Salvando las distancias, claro. Para mí ya no vuelven a resucitar, murieron y punto. Esas imágenes, en su conjunto, no vuelven más a otra exposición. Eso me permite reinventarme y trabajar en otra cosa.
Texto: Luis Alejandro García.