InicioFruta de exportaciónEspecialesAlcohólicos Anónimos de aniversario: 2 historias destructoras y de superación

Alcohólicos Anónimos de aniversario: 2 historias destructoras y de superación

Hoy, 10 de junio, cumple un año más de vida la organización que aplica el método más efectivo para tratar el alcoholismo. ¿Se puede salir de las garras de la bebida? Parece que sí.

Luis A. ha cumplido 15 años sin beber alcohol, pero se siente un alcohólico.  

Antes de celebrar, Luis A. recuerda lo peor que ha provocado el alcoholismo en él. Una noche llegó a casa y golpeó a su esposa embarazada. Fue la primera y última vez que lo hizo. 

Ella, su bebé en el vientre y su hija de unos 8 años buscaron refugió en la casa de su madre. Cuando Luis, un contador con una oficina en el centro de Trujillo, llegó por ellas, una semana después, se enteró de que los golpes provocaron que pierdan a su hijo. “Era un varoncito”, exhuma. 

Prometió no volver a beber, pero no lo cumplió. Tuvo tres hijas más. Nunca llegó el hombrecito. 

Las mujercitas son los amores de su vida. Sus fotografías —cuando se graduaron, cuando se casaron— adornan su oficina. Luis A.  se emociona al hablar de ellas. Se levanta de su asiento y camina hasta el estante en el cual están las imágenes para ofrecer un tour por los momentos más alegres de su vida.

Luis A. recuerda lo peor que ha provocado el alcoholismo en él. Una noche llegó a casa y golpeó a su esposa embarazada. Fue la primera y última vez que lo hizo. 

La agresión a su esposa, antes que una vergüenza, es una palanca para seguir viviendo en abstinencia. Esa historia debe haberla contado un sinfín de veces en las terapias de Alcohólicos Anónimos, organización de la que él es un activo miembro. 

Uno de los principios del tratamiento que Luis A. acata se fundamenta en que cuando lo atacan las ansias de consumir alcohol, él debe recordar el abismo en el que se sumergió producto de la bebida. Luis. A. evoca las causas de la pérdida de su único hijo varón y otros nefastos episodios y sigue adelante con su vida en sobriedad, a secas.

Cita a secas

Más de 130 alcohólicos anónimos —tres de ellos colombianos— se reunieron en Trujillo en la segunda convención regional de esa institución, fundada en el mundo el 10 de junio de 1935 y en el Perú en 1950. En el evento se habló sobre el mensaje de recuperación y el fortalecimiento de esta comunidad. 

Alcoholicos anónimos

Allí, también, hubo tiempo para que sus colegas saluden públicamente a Luis A. por su grandeza en resistir 15 años huyendo de los garfios del alcoholismo. “Esto es una enfermedad que no tiene cura. Solo hay recuperación”, dice sentado en su oficina del centro de la ciudad con una mueca de orgullo como el soldado que ha retornado de la guerra. 

En la convención se machacó que el programa que aplican los Alcohólicos Anónimos, conocido como ‘Los doce pasos’, es el más “sincero”, “honesto” “perfecto”, y “el menos criticado” de los métodos para combatir la dipsomanía, término médico para designar el abuso de bebidas alcohólicas. 

El dirigente nacional Óscar Calle levanta la voz cuando resalta las virtudes de este programa respecto al arrebato de otras terapias, como la regresión, “que tanto daño le han hecho a la comunidad”. 

“No nos dejemos sorprender, hermanos. ‘Los doce pasos’ es perfecto, pero hay algunos imperfectos que no lo creen así”, dice en el auditorio de Hostería El Sol, un hospedaje de fachada feudal, ubicado en la urbanización Santa Inés.

Cuando lo atacan las ansias de consumir alcohol, él debe recordar el abismo en el que se sumergió producto de la bebida. Luis. A. evoca las causas de la pérdida de su único hijo varón.

‘Los doce pasos’ es un listado de momentos o situaciones que el alcohólico debe reconocer y seguir. Promueve la autoayuda y la presencia de un ser superior que será una brújula para encontrar la luz en ese mar embravecido. 

“Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”, señala el primer paso del equivalente a la tabla de Moisés. “Llegamos al convencimiento de que sólo un Poder Superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio”. 

Alcohólicos Anónimos fomenta a ultranza esos mandatos y también la identificación, el compromiso y la solidaridad entre hermanos. Cuando un nuevo paciente llega, lo primero que se hace es escuchar su testimonio. “Entonces, funciona la identificación. La historia de un alcohólico se parece al del otro. El nuevo se siente en confianza”, pondera Luis A. 

Al Todopoderoso

Enrique P. vive solo. Después de ser un alcohólico, algunos de sus hijos no lo llaman ni siquiera para Navidad. “Yo sé que es mi culpa”, los disculpa quien ha sido administrador de empresas pesqueras en Chimbote y, ahora, es un hombre de mirada triste, resignado; pero con un ánimo a prueba de tentaciones.

Un día, atormentado por el alcohol, ordenó que no dejen entrar al dueño de la empresa para quien trabajaba. Al siguiente día, no se acordaba de nada. Cuando llegó a su centro de labores, recibió su carta de despido. Su decadencia fue cuestión de tiempo.

Dejó a su familia y viajó a Lima. Vivió en un mercado de frutas comiendo desperdicios. Cayó en una redada policial y fue internado en una comisaría de La Victoria. Allí gritó y mostró la reducción de su título universitario, que guardaba en sus bolsillos. 

“Soy un contador, soy un contador”. Le creyeron el siguiente día. Un policía le habló de Alcohólicos Anónimos. Enrique P. caminó hasta Lince. Llegó a la 1 de la tarde. El local abría a las siete de la noche. Se sentó en una banca de la plaza de armas de ese distrito limeño, frente al reloj de la iglesia. Esperó. 

“¿Aquí curan para quien tiene alcoholismo?”, preguntó cuando ingresó al local de la comunidad. Desde esa noche, hace 12 años,  la bebida se fue de su vida.

Enrique P. reconoce que su lucha es constante. Cuando regresó a buscar a su familia a Chimbote se encontró en la calle con su hijo, quien al verlo pegó la carrera. Su esposa no quiere saber nada de él.  “Debo haberles hecho mucho daño”, supone sentado en una silla de madera con voz de pastor. 

Clases de bebedores

Existe tres tipos de bebedores: el social, el fuerte y el problema. El primero es aquel que suele libar en reuniones de trabajo o con amigos. Tiene la capacidad de decidir si bebe o no. 

El segundo, consume alcohol en exceso, pero si presenta una razón bastante poderosa —mala salud, enamoramiento, cambio de medio ambiente o la advertencia de un médico— puede dejar de beber o hacerlo con moderación, aunque esto le resulte difícil o, tal vez, necesite ayuda médica. 

Después de ser un alcohólico, algunos de sus hijos no lo llaman ni siquiera para Navidad. “Yo sé que es mi culpa”, los disculpa quien ha sido administrador de empresas pesqueras en Chimbote y, ahora, es un hombre de mirada triste, resignado; pero con un ánimo a prueba de tentaciones.

El bebedor problema es aquel que pierde el control de sí cuando consume licor. “La embriaguez no crea vicios, solo los pone en evidencia”, escribió Seneca. 

Enrique P. vestido con pantalón y polo celeste, el tono de la sabiduría y de la concentración, explica que a un alcohólico lo definirán los efectos que provoca en él el primer sorbo. “Si se dispara la obsesión mental y la compulsión física, allí existen problemas”, resume. 

Cifras de espanto

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera, desde 1963, al alcoholismo como una enfermedad incurable, progresiva y mortal. El paciente, aún con muchos años de sobriedad, no se puede controlar si vuelve a beber. Es un padecimiento que se trata, pero no se cura. 

Entre el 2013 y 2015, en las Américas, la ingesta de alcohol provocó la muerte de 85 mil muertes anuales. Maristela Monteiro, asesora en materia de consumo de alcohol de la Organización Panamericana de Salud (OPS), puntualizó que la mayoría de esas muertes ocurren de manera prematura en personas de 50 a 59 años, en especial en varones. 

“Son personas que están en la plenitud de su vida. Esta es una pérdida no solo para sus familias sino también para la economía y la sociedad en general”, dijo.

En el Perú, un estudio de la Universidad Cayetano Heredia advierte que el consumo de alcohol ocasiona muertes precoces y una pérdida de 30 años de vida a los consumidores. Además, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), más del 90 % de personas menores de 15 años declararon haber consumido alguna bebida alcohólica alguna vez en su vida. “Primero tomas un trago, luego el trago toma otro trago y luego el trago te toma a ti”,  escribió el novelista Francis Scott Fitzgerald.

Trabajo a secas

Enrique P. es el coordinador de los cinco grupos de Alcohólicos Anónimos que atienden en la ciudad: Serenidad (Orbegoso 655) Sinceridad (Av. España 1518) Unidad (Independencia 421) Libertad (Junín 573) y El camino (Independencia 431). 

El gran reto es expandir su servicio a otras zonas de la ciudad y de la región. El penal El Milagro será una de sus próximas paradas. 

Una llamada al celular lo interrumpe. “Dios es grande”, dice cuando cuelga. Uno de los choferes de los siete taxis que ahora tiene, le acaba de comunicar que ha tenido un percance. Otro vehículo lo ha rozado. 

El chofer le pidió que vaya para que lo ayude a pedirle cuentas al agresor. Enrique le ordenó que se modere y que lo deje ir. “En otros momentos, hubiera actuado de otra manera, con agresividad”, dice y atribuye su serenidad al Todopoderoso, que como lo citó Vallejo si hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios.


*La primera versión de este texto se publicó en el diario La Industria, en junio del 2012. 

César Clavijo Arraiza
César Clavijo Arraiza
Nació en un desierto frente al mar, donde solo crecen árboles de algarrobos. Dice que le gustan todas las frutas, pero en los últimos meses se ha decantado por el pepino, de origen andino; pero con una mala fama: se cree que si se consume después de beber licor puede causar la muerte. Periodista, escritor, docente, padre y esposo. Es torpe con la pelota, pero ama jugar fútbol. En el 2018 publicó "Tercera persona" y ahora está a punto de terminar un doctorado en comunicaciones.